Hace ya más de 70 años que tu
corazón dejo de latir en aquel reformatorio de Alicante. Más no has muerto, tu
poesía sigue viva en muchos de nosotros.
Si algún aspecto se puede reclamar
como definidor de tu poesía ese sería, sin duda, el amor. Amor a la esposa a la
que desde la trinchera escribes:
"Espejo de mi carne
sustento
de mis alas
te
doy vida en la muerte que me dan y no tomo
mujer,
mujer, te quiero,
cercado
por las balas
ansiado
por el plomo."
Amor al hijo, al que regalas
estos bonitos versos al cumplir dos años:
"Sangre mía, adelante
no
retrocedas
la
luz rueda en el mundo
mientras
tu ruedas."
Para Miguel la risa de su hijo
superando la guerra, el hambre y las calamidades de la época, será "la espada más victoriosa" y
"la luz que proclama la victoria del trigo sobre la grama". Esa
risa trasvasa las paredes del reformatorio y le hace sentir:
"Tu risa me hace libre
me
pone alas.
Soledades
me quita
cárcel
me arranca."
Amor al amigo (Ramón Sitge) "con quién tanto quería" y al que
superando las diferencias ideológicas dedica a su muerte una de las más bellas
elegías que se hayan escrito en toda la poesía española.
Amor a los demás, como en el niño
yuntero, del que dice:
"Me duele este niño hambriento
como
una grandiosa espina
y
su vivir ceniciento
revuelve
mi alma de encina."
Amor al enemigo, a sus
carceleros, de quienes llegará a decir: "Sólo por amor odiado, sólo por amor".
En la cárcel es condenado a pena de
muerte (que posteriormente se conmutará a 30 años de prisión) y la desesperanza
entra de lleno en algunos de sus poemas, hasta hacerle exclamar: "¿Para qué me has parido mujer?" o
"cuanto penar para morirse uno". Sin embargo es capaz de elevarse
por encima de todas esas adversidades, y a pesar de ser una "cárcel con una ventana ante una gran soledad
de rugidos" el sigue esperando, ya que siempre "hay un rayo de luz en la lucha que deja la
sombra vencida". Por eso "hay
que sonreír con la alegre tristeza del olvido/ esperar no cansarse de esperar
la alegría" y ser como "el
árbol talado, que retoño aún tiene la vida".
Miguel, que afirmaba ser el
"más corazonado de los hombre y por
eso también el más amargo" unía amor y libertad en aquellos versos que
decían. "Sólo quién ama vuela".
Hoy cuando ya han pasado más de 70 años de su muerte es necesario seguirse
preguntando con él: "amar...pero ¿quién
ama?. Volar...¿pero quién vuela?.
David
Díez LLamas
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