En mi opinión
hay un enfoque excesivamente economicista de la crisis que actualmente
padecemos. Se mide en función de la evolución de la prima de riesgo, de los
cambios en los mercados o de la situación de las balanzas de ingresos y gastos
en las diferentes administraciones.
Mantengo como tesis fundamental que la crisis tiene unos fundamentos sociales
asociados a modos de conducta y que no surge por generación espontánea. Si
hay algo que la define es la irresponsabilidad con la que se ha actuado en
diferentes ámbitos. No es privativa de un país, ni de un colectivo ideológico,
social o laboral. Se extiende como mancha de aceite por todos los ámbitos. A la
vez hay que decir que llega con distinta intensidad a cada uno de ellos.
Vivimos en una sociedad en la que cada vez prima más el
individualismo. Simplemente hay que salir a la calle y mirar. Veremos a
personas con auriculares puestos, a personas sentadas unas frente a otras que
ni se miran, ni se hablan. Sus referencias son sus móviles. El diálogo y
comunicación entre las personas se sustituye por el que se tiene con una
máquina. El "otro" no existe, al menos como inmediatez.
Es una sociedad
que arrincona el pensamiento. Las nuevas tecnologías
diríamos que son una invitación a no pensar. Hay que lanzar mensajes que
“viven” en las redes por un tiempo muy corto al ser desplazados por otros en
una vorágine sin demasiado sentido. Los grandes pensadores como Ortega o
Unamuno (por poner sólo algunos
ejemplos) parecen pertenecer a otros tiempos. Sin embargo los problemas son
importantes y no parece que podamos aportar soluciones vía sms o en mensajes
que no superen los 140 caracteres.
Hoy habría que reivindicar que hay palabras que valen más que mil imágenes. Uno de esos "grandes" pensadores, Julio Caro
Baroja criticaba a los que nos ha vendido "la cultura de la imagen sin
letra" y decía que "el que no lee, no piensa y se embrutece. La
sustitución de la letra por esas imágenes que ahora se ofrecen, que son de una
banalidad espantosa, me parece una monstruosidad y una rutina mental"[1].
Julio Caro murió en 1.995 y creo que es un hecho poco discutible que aquello
que él denunciaba no ha hecho más que incrementarse, incluso diríamos que a un
ritmo exponencial.
Hay un modelo de conducta acomodaticio que nos lleva a
buscar que nos resuelvan las cosas. Falta una cultura del esfuerzo
recompensado. Se educa a los hijos en una sobreprotección tal que les deja
indefensos ante el momento que tienen necesidad de hacer las cosas por ellos
mismos.
Hemos perdido en algo tan importante como la creatividad.
Estamos ante una sociedad culturalmente
más repetitiva que creativa. Cuando el CSIC hace un estudio analizando
461.111 canciones concluye que "el
pop es cada vez más uniforme y desciende la variedad de notas de los
compositores". Si perdemos en creatividad también lo hacemos en la
chispa que nos impulsa el cambio en sentido positivo. Nuestros hijos tienen
juguetes a los que mirar, los niños de África construyen sus balones de los más
variopintos materiales (tal como se puede ver en el hermoso libro de
fotografías de J. Hilltout Amen: Grassoroots Football ). Esa actitud
contemplativa también tiene que ver con esta crisis y la creativa con que en el
continente africano no se haya sentido
tanto su impacto.
Tendemos a admitir conductas irresponsables, si pero
siempre en "el otro". Es por tanto ese otro el que deberá de cambiar
y no yo. Ello nos lleva a un modo de pensar paralizante que hace que nada
cambie en tanto el cambio lo deberá de efectuar ese otro.
Uno diría que en la salida de esta crisis se
hace necesario retomar valores que hemos ido perdiendo con el tiempo. Si algo
ejemplifica las conductas a mantener para salir de esta crisis es un desfile de
pendones leoneses. Los pendones son grandes estandartes soportados en unos
mástiles cuya altura suele oscilar entre los 7 y los 13 metros. Por ello se
hace necesario tener la fuerza suficiente para levantarlo. Desde el momento en
que se ha logrado izarlo lo fundamental será mantenerlo en equilibrio , que no
se desvié de su trayectoria vertical. Los pendoneros saben que el recorrido no
lo hacen en solitario sino que han de trasvasar el pendón . Ese trasvase es un
momento importante y de riesgo por lo que buscan que se produzca en las mejores
condiciones posibles. Además el pendón es representativo de todo el pueblo con
independencia de edades, de razas, de ideologías... El pendón aúna a todos. Púes bien este pendón se llama
España y se hace necesario compaginar la fuerza con el equilibrio, el sentido
de la responsabilidad con el de la unidad en alcanzar los fines y metas.
Las raíces de esta
crisis se sustentan en unos modos de conducta que se hace necesario cambiar. En
la medida que consigamos hacerlo estaremos poniendo los cimientos para su
superación. Un primer paso será el ser conscientes de que el cambio también
pasa por nosotros mismos.
David Díez LLamas.
[1] 1)
Recogido de la obra de Félix Maraña "Julio Caro Baroja. El hombre
necesario" Bermingham Edit. Pág., 105
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