La
crisis y los numerosos casos de indecencia que han salpicado a la clase
política han generado un importante deseo de regeneración y de cambio en el
medio social. Se ha abierto una cierta división entre “lo nuevo” y “lo viejo”
incluso más allá de los propios conceptos ideológicos, de las posiciones de
izquierda y derecha. Podríamos decir que existe
una cierta seducción hacia lo nuevo en la esperanza de que sea mejor. Esto
es algo conocido en el mundo del marketing de modo que presentar un producto
como nuevo siempre reporta beneficios de imagen a la marca que “lava más
blanco”, está “más a la moda” o aporta los últimos beneficios en tecnología. En
el ámbito deportivo cuando un equipo no consigue los resultados apetecidos se
demanda un cambio de entrenador, de alguien “nuevo”. Diríamos que en política
la situación no es muy diferente de la ya comentada en otros ámbitos.
Sin embargo “lo nuevo” no es
necesariamente mejor. Los fracasos y las numerosas expectativas frustradas en
los diferentes ámbitos las podemos recordar todos. El éxito o fracaso de “lo
nuevo” dependerá de lo que nos ofrece, si se fundamenta exclusivamente en el
rechazo hacia lo anterior sus bases no serán suficientemente sólidas y caerán
al primer envite.
Como en cualquier otro aspecto, en política
la solidez de un determinado proyecto hay que probarla con el paso de los años.
Puede haber aquí también “estrellas fugaces” que el paso del tiempo las deja
sin brillo. También puede ser que aunque no lleguen a consolidarse promuevan la
renovación de un medio político
excesivamente anquilosado. Incluso podríamos decir que esto es algo que
ya se está produciendo.
Dice el refrán que “no es lo mismo predicar que dar trigo”.
La solidez de una alternativa se mide desde la capacidad de gestión que haya
podido demostrar en un determinado momento. La confianza se logra mucho más por
lo que se hace que por lo que se pueda decir, hoy está muy cuestionado el valor
de la palabra (especialmente en la clase política). Por decirlo de algún modo
las palabras se las tiende a llevar el viento. Se hace necesario comprobar si
esas propuestas tienen base real y además van a contribuir a mejorar nuestra
calidad de vida.
En mi opinión estamos en una
sociedad excesivamente acomodaticia en la que se busca que alguien le solucione
sus problemas y no busca salidas en su propio modo de proceder y actuar. No es
una sociedad suficientemente madura. Se tiende a culpabilizar a “los otros” de
todos nuestros males y se tiene escasa capacidad para encontrar que alguno de
esos males puede sustentarse en nuestro propio modo de actuar. Los cambios que
propugnamos deben empezar por nosotros mismos. La política, los políticos y los problemas que han surgido
también tienen su reflejo en el medio social en su conjunto.
Las formas de pensar tienen un
carácter más estructural y por ello mismo son menos dadas a los cambios. Sin
embargo si podemos observar más fácilmente esos cambios en la expresión de todo
ello a nivel de partidos. Diríamos que no siempre estos partidos han acertado
en su papel de ser representantes de la ciudadanía y cauces de expresión de sus
problemas e inquietudes.
“Lo nuevo” tiene mayor capacidad de
ilusionar y por ello mismo también de movilizar adhesiones. Genera esperanzas
en mejorar las cosas. También cabría discutir sobre ¿Qué es nuevo? y ¿Qué es lo
nuevo? Son muchas las ocasiones en las que aquello que se nos presenta como
novedoso en realidad no lo es y reproduce modos y formas de actuar anteriores.
Lo nuevo en bastantes ocasiones no es más que un argumento de venta.
Otro rasgo de nuestra sociedad
actual es el de que la rapidez que se une al de un cambio casi permanente.
Internet y las redes sociales propician que las “novedades” tengan una
caducidad muy limitada. Diríamos que se producen muchas novedades pero estas
tienen una duración muy limitada y también es muy cuestionable su veracidad.
Podríamos decir que son “novedades sin carga de profundidad”
La reflexión es muchas veces enemiga
de la rapidez. En ese sentido en mi opinión tenemos una sociedad que prima la
rapidez sobre la reflexión. Que lee mensajes de dos líneas de manera habitual
pero que ha dejado de leer libros. Que da más valor a la imagen y la apariencia
que a la profundidad de los contenidos. Sin embargo es la permanencia en el
tiempo el que nos dirá verdaderamente si hay algo nuevo que ha aportado valor
al medio social en su conjunto.
David
Díez Llamas
Sociólogo
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