Creo
que fue Benjamín Franklin quien definía al hombre como “el animal que fábrica
herramientas”. En ellos se conjugaba tanto “el hacer” como “el pensar”. Sin
embargo en la sociedad en la que estamos y en las que algunos nos visualizan para
el futuro se “destierra tanto el hacer como el pensar”. Diría que con ello se
nos hace “menos humanos” y que más que aumentar nuestras capacidades diríamos
que las disminuyen.
Es el modelo social en el que todo se
nos da hecho. Es la casa en la que prácticamente puedes hacer todo sin
levantarte de tu cómodo asiento. Es ese hogar demótico en el que con un mando
se controla desde las ventanas hasta las inversiones de nuestro dinero, pasando
por visualizar lo que hacen nuestros hijos en cada momento…
Yo no estaría seguro de que esa
sociedad que se nos dibuja mejore nuestras condiciones de vida. Nos convierte
en seres bastante amorfos y dependientes de otros. Por ello mismo también menos
libres en nuestras decisiones y en nuestra forma de actuar. Además puede
promover la desigualdad social en cuanto el acceso a esas condiciones de vida
no será uniforme sino que todo ello tendrá un coste determinado al que todos no
podrán llegar ni por condiciones económicas ni por conocimiento.
La sociedad que se nos dibuja en el
futuro es aún más individualista que la actual. Se promueve la relación con la
máquina en muchos casos como sustitución de la que puede darse con las
personas. Podríamos decir que se “digitaliza la conversación” entre personas y
que la gestualidad de una sonrisa se convierte en un mero icono.
En ese medio que destierra el
pensamiento en tanto se prima la facilidad de la imagen sobre la profundidad de
la “letra”. La elaboración de un discurso filosófico, sociológico o científico
se sustituye por una frase lo más corta posible que se repite infinidad de
veces. Incluso medimos las veces que se repite dicha frase o imagen (los videos
“virales” por ejemplo) antes de lo que pueda aportar en cualquier ámbito del
conocimiento. Interesa más el “cuanto se repite” que “lo que dice”.
Sin embargo el medio social se mueve a
bandazos y podría ser que en un momento dado se dé la vuelta dando importancia
a aquello que va echar en falta, “las relaciones humanas”, “el pensamiento
elaborado”… Tendemos a priorizar lo que nos falta y puede que eso vaya a pasar
en el futuro.
Las cosas en todo caso no suelen ser
blancas o negras, en su gran mayoría son grises. Este mundo de comunicaciones
individuales nos aporta cosas importantes. Nos permite entablar contacto con
personas queridas que tenemos lejos, nos facilita el contacto en general con
las personas en un mayor número de momentos, nos permite acceder a una mayor
oferta de productos y servicios desde la comodidad del hogar, ganamos en
rapidez en hacer cosas… Nadie plantea que estas ventajas que tenemos desaparezcan
en el futuro. No es posible ni deseable.
Habrá que hacer compatibles los
avances tecnológicos con la felicidad de los seres humanos y para alcanzar esa
felicidad diría que un factor fundamental son las relaciones humanas. También
lo es el propio desarrollo personal en la capacitación tanto intelectual como
física o de desarrollar proyectos, de tener iniciativa. Diríamos que habría que compaginar el tacto de las
pantallas digitales con el tacto de la
piel.
El mundo de los móviles nos está
haciendo en buena medida “bucles” sobre nosotros mismos. Vemos el mundo a través de la pantalla y ello hace que seamos ciegos a
la realidad más próxima y más tangible. Para no pedir a alguien que pasa a
tu lado que nos haga una foto, hemos inventado un instrumento a modo de alargador de nuestro brazo que por
otra parte ha logrado gran éxito de ventas. Es un ejemplo de cómo se sustituye
esa relación humana por algo puramente mecánico que además supone un coste para
aquel que lo posee.
Demasiadas veces el pensamiento se
convierte en espectáculo. Así algunos medios de comunicación premian al más
extravagante por cuanto les da juego y audiencia, algo falla... La Es como sustituir a Miguel de Unamuno o a
Ortega y Gasset por Belén Esteban o
Willy Toledo relación entre las personas se ha convertido en espectáculo
mediático en el que prima el esperpento. Todo ello diríamos que promueve la
falta de respeto hacia las personas. Faltan las normas de conducta, los
principios éticos, todo se banaliza hasta extremos difícilmente entendibles. A
modo de mercado se “subastan” a los hijos, a los “padres”. Eso sí, esa misma cadena en otro programa
puede hablar de la necesidad de la regeneración ética ante los abundantes casos
de corrupción. La coherencia es otro valor que demasiadas veces brilla por su
ausencia.
Desde este artículo abogamos, en
definitiva, porque la tecnología no suponga el destierro del pensamiento y de
las relaciones sociales. Prever los riesgos nos puede ayudar a evitarlos.
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