A
lo largo de muchos años (más de treinta) he tratado de difundir a través de mis
escritos tanto lo que ha sido el proceso autonómico leonés, como la pervivencia
de la identidad leonesa a lo largo de los siglos o dibujar los rasgos que en mi
opinión vendrían a definir la personalidad leonesa. Diría que las cosas que se
plantean en todos esos escritos apenas han sido objeto de discusión. Se admiten
sus conclusiones, con lo que se reconoce que la existencia de una identidad
leonesa ha permanecido a lo largo de los siglos hasta la entrada de la España
de las Autonomías. También hay un consenso bastante generalizado en considerar
que si hoy no se reconoce como tal esa identidad leonesa ha sido como
consecuencia de un proceso plagado de irregularidades democráticas y contra la
opinión de la ciudadanía y de sus instituciones (votación por 20 votos a 4 en
la Diputación de León).
El
debate no se ha tendido a situar en si eso que decimos “es o no es” sino más
bien si ante esa situación “se puede hacer algo o no hay nada que hacer”. Es
decir entre si debemos permanecer en el actual marco autonómico aún a costa de
considerar que es injusto (permanecer anclados en la injusticia) o si bien hay
que ser rebeldes ante ella y recuperar los valores de la libertad y la
dignidad. Es curioso comprobar que en ese debate se dan extrañas coincidencias
entre lo que son las posiciones de partidos aparentemente contrapuestos como el
PP y Podemos. Incluso en algún caso se apunta en avanzar en esa destrucción de
la identidad leonesa eliminando las Diputaciones y con ello el propio concepto
de provincia. Todos ellos comparten que para avanzar (sus líderes) en sus
respectivos partidos deben someterse a aquello que le digan desde fuera del
ámbito puramente leonés. He tenido la oportunidad de comprobarlo incluso en las
últimas elecciones. Había líderes que te decían “yo soy partidario de una
autonomía leonesa” pero es que mi partido al ser de ámbito nacional no se
plantea estas cosas. Había una abierta discordancia entre el sentimiento
individual de ese líder y el planteamiento al que le obligaba el partido. No
había un respeto a la voluntad de aquellos que en territorio leonés demandaban
sus propios afiliados.
Este
artículo quiere ser un alegato para decir que SI SOMOS, ESTAMOS. Es decir que
mantener la identidad y la personalidad leonesa también es algo que depende de
nosotros mismos. Defiendo hoy que “lo leonés” es hoy más que nunca una
comunidad de sentimientos, y cuanto más extensa sea, más carta de existencia
tendrá la propia condición de León como Región. Más allá de los valores
identitarios, está es una lucha por la libertad y desde la libertad. Por no
admitir la imposición que se hace a la ciudadanía sin ningún tipo de consulta y
en abierta oposición a sus deseos. Es la defensa de la dignidad de ser lo que
somos. Es como si a alguien que se llama Pedro (pongamos por caso) otro sin su
consentimiento le pasase a llamar Federico y máxime sin pedirle permiso
previamente.
La
administración puede fijar marcos territoriales, pero la libertad de ser lo que
soy, es algo que cada uno sigue teniendo. Hay que ejercer esa resistencia desde
la individualidad con el afán de que en algún momento la suma de
individualidades tenga la fuerza suficiente como para cambiar las cosas también
en el ámbito administrativo. No es
sostenible un marco territorial en abierta oposición a los sentimientos de las
personas que conviven en él.
Por
decirlo de otro modo la Región Leonesa existe en tanto haya leoneses que se
sientan como tales y desaparece si también lo hace ese sentimiento de
identidad. Por ello hay que alentarlo. “Estaremos” en el reconocimiento social
mientras “seamos” y desapareceremos en el momento en que ese sentimiento de
identidad como leoneses desaparezca.
Evidentemente
no nos facilitan las cosas. El dinero público se invierte en fomentar el
artificio, la historia se reescribe a la conveniencia del que administra el
poder (y con la anuencia de los que aparentemente son su oposición). Esta
situación tiene consecuencias directas en la economía y el bienestar de la
ciudadanía. Aumenta el desempleo, disminuye la población…los datos son tan
apabullantes al respecto (y yo mismo los he tratado en otros artículos) que
creo que no merecen mayor discusión. Bastaría recordar, por ejemplo, que en el
período 1.981 (nacimiento de la autonomía de Castilla y León) al 2013
Valladolid había ganado un 28,46% de habitantes mientras la Región Leonesa
había perdido un 6,55%. Los datos son públicos para aquel que desee
comprobarlos.
En
definitiva en ese “ser leoneses” debatimos no sólo una cuestión de sentimientos
(muy importante también en todo caso) sino que el bienestar se vincula
directamente a esa situación. Esa unión de cementerios y silencios que algunos
nos proponen no parece que sea la mejor solución. Sigo prefiriendo a aquellos
enfermos que aunque doloridos son capaces de expresar sus quejas a los otros
que ya no la expresan por cuanto tampoco están vivos. Diría incluso que la
expresión de esa queja es también un signo de vitalidad. Mientras SEAMOS,
EXISTIMOS y ESTAMOS.
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