Uno espera que desde los poderes
públicos se difundan valores que promuevan el desarrollo social y la
convivencia. Sin embargo nos encontramos que en los propios exámenes de
selectividad universitaria se difunden falsedades que afectan al propio marco histórico en esa
ilusión que algunos tienen de que “todo es Castilla” y “todo es castellano”
(algo que también difunden series de televisión como fue la de Isabel y ahora
la de Carlos emperador). Es como decir “si usted quiere aprobar este examen
mienta”.
Nadie discute que lo que se dice en
ese examen es falso o que la versión de la serie de televisión no reconoce el
valor que tenía el Reino de León en esa época histórica. El único debate que se
establece es el relativo a la importancia que tienen esos hechos. Así para el
Consejero de Educación se trata de un “error menor” y no hay que sacar “las
cosas de quicio”, ni inventarnos “fantasmas anti-leoneses”. En el caso de
Televisión Española simplemente se limita a reconocer que efectivamente se ha
equivocado en el tratamiento que da al Reino de León, pero nos dicen que la
cosa ya no tiene remedio. En definitiva se reconoce que lo que se dice es falso pero que eso tampoco
tiene mayor importancia. Es como decir que mentir o decir la verdad es algo
similar. A veces la verdad o la mentira se miden más por la capacidad de
influencia que pueda tener un territorio y
la de los leoneses en este momento no es mucha.
A los señores políticos de cualquier
ámbito ideológico se les debería oír cuando se producen estos desatinos. Yo no
oigo más que silencios, ¿es que no les importa nada lo que pueda pasar en la
Región Leonesa y a los leoneses? Ya sé que en la tarea de gobernar son muchas
las cosas que importan pero no creo que sea una menor que cuando alguien ataca
(y esto se hace de forma continuada y reiterada) los intereses de los leoneses
se pudiera escuchar su voz diciendo algo así como que “para nosotros León si es
importante” y no es un tema “menor” como dice el Consejero de Educación o los
portavoces del ente televisivo.
Cuando algunos reclamamos lo que
entendemos que es de mera justicia, resulta que nos asimilan a las posiciones
nada menos que independentistas. En su argumentación contra la independencia de
Cataluña, nos ponen en el mismo barco.
Otra falsedad más. Uno es tan español como el que más, disfruta con los
triunfos deportivos o económicos de España y sufre cuando las cosas no van
bien. Pero si eso es válido para España, también lo es para la Región Leonesa.
Lo que nos diferencia no es la posición
que podamos tener sobre España y lo español, sino más bien su pasividad y
conformidad con los continuos ataques a la identidad leonesa que no parecen
importarles.
En más de una ocasión he dicho que el
leonesismo más allá de una mera
reivindicación territorial es una lucha por la dignidad y la libertad. Cuando
alguien reconoce que “una amplia mayoría de sus militantes quería una autonomía
leonesa” y a la vez que su partido no asume esos planteamientos, se pone de
manifiesto la falta de sintonía entre militantes y partido. El concepto de
representatividad no es válido ni para sus votantes, ni siquiera para sus
militantes (como ellos mismos reconocen). Aquí se ha producido un secuestro de
las voluntades ciudadanas y la de los propios militantes. Por eso mismo decimos
que es esta una lucha por la dignidad,
la libertad y por que se dé carta de poder político a esa expresión de
voluntades.
No es muy comprensible que aquel que
te dice “usted me importa un bledo” (o esto es un error menor), luego venga a
pedirte algo (el voto por ejemplo). Aquí los comportamientos de los partidos
son excesivamente uniformes. Hay como miedo en todos ellos a expresar lo que
piensan, no sea que desde sus respectivos partidos les impidan progresar en sus
aspiraciones a ocupar puestos en las listas electorales (con los recursos
económicos asociados a esas posiciones). Supongo que esos miedos estarán
sustentados en sus propias experiencias internas.
La paradoja que se ha dado es que en
los albores de la democracia, el Reino de León al que la Unesco reconoce como
cuna del parlamentarismo desaparece como marco político con identidad propia en
una maniobra que fue todo menos democrática. Algunos pensaron que el “tiempo
cura heridas”, pero sin embargo tanto en el plano cultural como en el económico
esa herida no ha hecho más que agrandarse.
Las banderas de la libertad no se
arrían. Nadie aporta argumento alguno para decir que el marco autonómico en el
que estamos es el mejor de los mundos. No es esa la discusión. Simplemente
buscan el silencio desde el cansancio, ni siquiera tratan de convencernos. El error mayor sería que venzan por
agotamiento.
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