Cada día que
pasa se hace más evidente que aquello que ocurre en alguna parte del mundo nos
atañe de una forma directa. El mundo es cada vez más una comunidad global.
Desde la grave crisis de los refugiados de Siria hasta lo que ocurre en la
economía de Grecia o de China es algo que nos afecta directamente. Los ejemplos
podrían ser muchos pero creo que estos podrían ser suficientes.
Ante esto
hay sectores de opinión que se definen como “ciudadanos del mundo”, en base a
un concepto de universalidad. Si esto significa que no somos indiferentes a
todo lo que ocurre fuera de unas determinadas fronteras, lo podemos asumir. Sin
embargo a veces ese concepto de universalidad se vincula a un cierto desprecio
por los propios valores singulares del
medio que te rodea. Somos hijos de nuestro entorno como cualquier otro ser vivo.
Plantas, animales o seres humanos se vinculan a la caracterización del medio.
Serán factores en muchos casos determinantes el clima, la altura del medio en
el que viven…Todo ello hace que se desarrolle un medio natural propio. La
cultura y la historia van caracterizando el devenir de los diferentes pueblos.
Ni todos
somos iguales, ni tampoco radicalmente distintos. Hay unos derechos humanos que
deberían afectar a todas las personas. Habría que buscar hacer viable lo que es
deseable.
Diría que es
un signo de comportamientos fascistas y totalitarios de cualquier signo el
masacrar al “diferente”. Lo estamos viendo en el Estado Islámico que sin piedad
mata a todo aquel que tiene otro credo religioso y destruye cualquier signo
asociado a una cultura no musulmana. Lo hizo Hitler con aquellos que no eran de
la raza aria, lo han sufrido los homosexuales (y lo siguen sufriendo en varios
países) simplemente por tener unos modos de conducta que no son los
mayoritarios. Los ejemplos podrían ser muchos más. Ello también son signos de
que el medio social es distinto y no cabe la uniformidad. Hay que actuar desde
el respeto como valor esencial de los comportamientos democráticos.
En ese
sentido hay que compaginar singularidad y universalidad. Son demasiadas las
veces los que alguien desde su óptica política ha dibujado límites
administrativos que no son coincidentes con lo que es la singularidad del medio
social. Además ello se hace con independencia de lo que piensen o sientan las
personas que viven en ese medio. Así se construyen artificios que luego se
tratan de sostener en base a gastar ingentes cantidades de dinero y a la propia
dinámica de favorecer económicamente todo aquello que contribuya a reafirmar
ese artificio político. Es algo así como “o te pliegas a mis intereses o no hay
dinero” (es el caso de lo que pasa con las diferentes Casas de León).
Las personas
somos lo que somos con independencia de lo que pueda decir un político
determinado. Ni se puede ser heterosexual por decreto ni tampoco
castellano-leonés por cuanto alguien haya impuesto ese límite administrativo.
Más tarde o más temprano alguien tendrá que rectificar y dar carta política a
las realidades sociales. Imponer los criterios propios al conjunto del medio
social no suele funcionar. Las dictaduras de cualquier tipo terminan
sucumbiendo, la democracia basada en la adhesión popular tiene afortunadamente
un nivel de permanencia mucho mayor. Soy optimista sobre este punto.
Se hace
necesario compaginar singularidad y universalidad. El sentido de pertenencia no
es único, diría que es un poco como capas de cebolla. Uno es de un barrio, de
una ciudad/pueblo, de una comarca, de una región, español, europeo y ciudadano
del mundo, sin que exista ningún tipo de contradicción en todo ello. Lo que si
existe y levanta ampollas es que sin nuestro consentimiento se nos identifique
con lo que no somos, castellanos o castellano-leoneses.
Tener un
espíritu solidario con los aconteceres del mundo entiendo que es perfectamente
compatible con la asunción de la defensa de la singularidad propia como
leoneses. Democracia y libertades vendrían a constituir unos rasgos que definen
en buena medida nuestra trayectoria histórica y nuestra importante aportación
al mundo. Las Cortes Leonesas de 1.188 tienen como principal rasgo que las
caracteriza el integrar en las estructuras de poder a través del parlamento, al
pueblo. Ello contrasta con los procesos de formación de la autonomía de
Castilla y León en la que se expulsa al pueblo del derecho a expresar su
identidad o su rechazo a la adhesión a ese marco autonómico. En definitiva es
una autonomía impuesta.
A veces se
confunde el reforzar nuestra singularidad con cerrazón a todo lo que acontece
en el mundo. Esa es una posición inasumible en un mundo cada vez más
interrelacionado. Pero también lo es la de aquellos que desprecian el medio
social en el que viven en el supuesto de la condición de ciudadanos
universales. Vivir apegado al terruño permite tener un horizonte de
universalidad. Avanzaremos en la construcción de Europa y de esos organismos
internacionales (que tan ardientemente defendía A. Einstein) si compaginamos
singularidad con universalidad desde el respeto a la diversidad. Todo lo que
nos lleve a la uniformidad irá más bien en dirección contraria.
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