lunes, 9 de noviembre de 2015

SOBRE LA FIRMEZA Y LA TOLERANCIA.


 

          Diría que en bastantes ocasiones se han presentado como opuestos los valores de la firmeza y de la tolerancia. Sin embargo, considero que en nada se oponen. Creo en la firmeza en los principios y la tolerancia en las formas. En un medio social falto de valores y de referencias sociales es importante que nos mostremos firmes en nuestros propios convencimientos. Defendemos que es conveniente que existan unos cimientos sólidos en el que se asiente la propia personalidad y la del conjunto del medio social. Firmeza tampoco significa estar inmóviles ante el futuro. Aquello que mejor resiste las tempestades son los juncos que se mueven y ondulan con el viento. La rigidez lleva muchas veces a la destrucción. La firmeza en los valores no implica rigidez, pero si es opuesta al “todo vale” o a que lo que pueda pensar hoy no tenga nada que ver con lo que pueda pensar mañana o pasado.

          Los tiempos cambian y cada vez lo hacen más rápidamente, apenas nos dejan tiempo para adaptarnos en sus ritmos vertiginosos. Sin embargo uno tiene la sensación de que en estos cambios y adaptación a las nuevas tecnologías nos estamos olvidando del que debe ser protagonista de todos ellos, del ser humano. Lo que ganamos en medios técnicos lo estamos perdiendo en valores humanos. Somos, cada vez más,  seres individuales que se miran en su propio bucle.

          Firmeza significa no estar al arbitrio de lo que nos puedan decir las modas en un momento dado. Hemos de buscar ser nosotros mismos y no el simple reflejo de lo que nos dicta el momento que debemos ser. Esto sería aplicable no solo a los modos y formas en nuestros atuendos exteriores, también lo es en el campo de los valores. Una personalidad firme se mantiene en aquellos medios sociales que no le son propicios. Es demasiado frecuente que algunas personas para “vestirse intelectualmente de joven” asuman unos valores en los que sin embargo no creen. En su adhesión al grupo considera que será más fácil en función de unas determinadas formas.

          La firmeza en los valores hay que unirla a la tolerancia en las formas que se vinculan a diferentes maneras de pensar o de actuar. Los límites de la tolerancia los marcan en buena medida los intolerantes. El respeto tiene que ser compartido. No es necesario que alguien piense o sienta igual que nosotros, si lo es que nos respetemos en nuestras diferencias. La imposición doctrinal no es admisible (al modo de lo que hace en su nivel máximo de barbarie los seguidores del estado islámico) .El pensamiento único no es pensamiento.

          A mi modo de ver la sociedad actual evoluciona en dirección contraria tanto a la firmeza como a la tolerancia. Educamos a nuestros hijos en una especie de burbuja de sobreprotección. Esto supone que en buena medida les dejamos indefensos para que puedan enfrentarse en un momento dado al mundo. La libertad y autonomía en las decisiones es algo que se va logrando cada día. En demasiadas ocasiones no permitimos ese desarrollo en las libertades personales.

          La firmeza también implica el tener unos factores troncales firmes y que no dependan de que ocupe el poder uno u otro partido. Los cambios continuos en la educación, lo que hacen es que el medio social no tenga criterios claros y fomenta la desorientación. Valores como la honestidad, el esfuerzo…no tendrían que vincularse a posiciones ideológicas. Es necesario que desde las instancias políticas se logren los consensos suficientes para avanzar en ese terreno. Evidentemente respetando las posiciones de los distintos partidos, pero buscando también un elemento troncal común.

          Para lograr “firmeza en los principios” es necesaria una formación en valores. Sería cuestionable si esa formación se está dando y quien se ocupa en este momento de darla. En mi opinión la crisis religiosa está dejando un hueco importante en esta tarea, diríamos que nadie se está ocupando suficientemente de los mensajes que se nos daban cada semana desde los púlpitos. Por el contrario diríamos que algunos medios televisivos son en buena medida trasmisores de conductas amorales. No es tanto que se trasmitan otros valores, como el que “no hay valores”. No se establece un diferencial entre “lo que es bueno” y lo “que es malo”. No es que se susciten otros códigos éticos sino que más bien la referencia es la ausencia de cualquier tipo de código ético.

          Sería conveniente que también en lo que son los medios de comunicación (especialmente las televisiones) se establezcan criterios éticos de actuación. Me refiero (por ejemplo) a que es poco comprensible que existan programas en los que una madre o un padre lleva a su hijo o hija a “venderla” a otras personas que actúan como pretendientes de la misma. No creo que eso sea signo de apuesta por “otros” valores sino más bien de la falta de los mismos.

          Apostamos por un futuro en el que nuestra sociedad asuma unos valores más firmes que le aporten cohesión y que la misma se fundamente en la tolerancia con la diversidad.

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