Diría que en bastantes ocasiones se
han presentado como opuestos los valores de la firmeza y de la tolerancia. Sin
embargo, considero que en nada se oponen. Creo
en la firmeza en los principios y la tolerancia en las formas. En un medio
social falto de valores y de referencias sociales es importante que nos
mostremos firmes en nuestros propios convencimientos. Defendemos que es
conveniente que existan unos cimientos sólidos en el que se asiente la propia
personalidad y la del conjunto del medio social. Firmeza tampoco significa
estar inmóviles ante el futuro. Aquello que mejor resiste las tempestades son
los juncos que se mueven y ondulan con el viento. La rigidez lleva muchas veces
a la destrucción. La firmeza en los valores no implica rigidez, pero si es
opuesta al “todo vale” o a que lo que pueda pensar hoy no tenga nada que ver
con lo que pueda pensar mañana o pasado.
Los tiempos cambian y cada vez lo
hacen más rápidamente, apenas nos dejan tiempo para adaptarnos en sus ritmos
vertiginosos. Sin embargo uno tiene la sensación de que en estos cambios y adaptación a las nuevas tecnologías nos estamos
olvidando del que debe ser protagonista de todos ellos, del ser humano. Lo que ganamos en medios técnicos lo
estamos perdiendo en valores humanos. Somos, cada vez más, seres individuales que se miran en su propio
bucle.
Firmeza significa no estar al arbitrio
de lo que nos puedan decir las modas en un momento dado. Hemos de buscar ser
nosotros mismos y no el simple reflejo de lo que nos dicta el momento que
debemos ser. Esto sería aplicable no solo a los modos y formas en nuestros
atuendos exteriores, también lo es en el campo de los valores. Una personalidad
firme se mantiene en aquellos medios sociales que no le son propicios. Es
demasiado frecuente que algunas personas para “vestirse intelectualmente de
joven” asuman unos valores en los que sin embargo no creen. En su adhesión al
grupo considera que será más fácil en función de unas determinadas formas.
La firmeza en los valores hay que
unirla a la tolerancia en las formas que se vinculan a diferentes maneras de
pensar o de actuar. Los límites de la
tolerancia los marcan en buena medida los intolerantes. El respeto tiene
que ser compartido. No es necesario que alguien piense o sienta igual que
nosotros, si lo es que nos respetemos en nuestras diferencias. La imposición
doctrinal no es admisible (al modo de lo que hace en su nivel máximo de
barbarie los seguidores del estado islámico) .El pensamiento único no es
pensamiento.
A mi modo de ver la sociedad actual
evoluciona en dirección contraria tanto a la firmeza como a la tolerancia.
Educamos a nuestros hijos en una especie de burbuja de sobreprotección. Esto
supone que en buena medida les dejamos indefensos para que puedan enfrentarse
en un momento dado al mundo. La libertad y autonomía en las decisiones es algo
que se va logrando cada día. En demasiadas ocasiones no permitimos ese
desarrollo en las libertades personales.
La firmeza también implica el tener
unos factores troncales firmes y que no dependan de que ocupe el poder uno u
otro partido. Los cambios continuos en la educación, lo que hacen es que el
medio social no tenga criterios claros y fomenta la desorientación. Valores
como la honestidad, el esfuerzo…no tendrían que vincularse a posiciones
ideológicas. Es necesario que desde las instancias políticas se logren los
consensos suficientes para avanzar en ese terreno. Evidentemente respetando las
posiciones de los distintos partidos, pero buscando también un elemento troncal
común.
Para lograr “firmeza en los
principios” es necesaria una formación en valores. Sería cuestionable si esa
formación se está dando y quien se ocupa en este momento de darla. En mi
opinión la crisis religiosa está dejando un hueco importante en esta tarea,
diríamos que nadie se está ocupando suficientemente de los mensajes que se nos
daban cada semana desde los púlpitos. Por el contrario diríamos que algunos
medios televisivos son en buena medida trasmisores de conductas amorales. No es
tanto que se trasmitan otros valores, como el que “no hay valores”. No se
establece un diferencial entre “lo que es bueno” y lo “que es malo”. No es que
se susciten otros códigos éticos sino que más bien la referencia es la ausencia
de cualquier tipo de código ético.
Sería conveniente que también en lo
que son los medios de comunicación (especialmente las televisiones) se establezcan
criterios éticos de actuación. Me refiero (por ejemplo) a que es poco
comprensible que existan programas en los que una madre o un padre lleva a su
hijo o hija a “venderla” a otras personas que actúan como pretendientes de la
misma. No creo que eso sea signo de apuesta por “otros” valores sino más bien
de la falta de los mismos.
Apostamos por un futuro en el que
nuestra sociedad asuma unos valores más firmes que le aporten cohesión y que la
misma se fundamente en la tolerancia con la diversidad.
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