lunes, 28 de agosto de 2017

UNIDAD EN LA PLURALIDAD.


 

          Sostengo que en la construcción de lo que hoy es España, hubo una lucha entre dos grandes modelos: uno que reconocía su “pluralidad, dentro de un marco de unidad” y otro más uniformizador.

          El primero de esos modelos fue el que impulsó el “Regnum Imperium Leonés” en el que el Rey de León actuaba a modo de “rey de reyes” y era reconocido en un marco superior por el resto de reinos (lo que garantizaba la unidad). Todo ello se fundamenta en un modelo que ha tendido siempre a asentarse en marcos políticos que promovían el parlamentarismo, el imperio de la ley (a través de los fueros) y la convivencia entre diferentes en sus credos religiosos (lo que como recoge Juan Pedro Aparicio le valió en muchas ocasiones la enemistad del papado). Sánchez Candeira estudio en profundidad este modelo político y publicó un estudio muy interesante al respecto.

          El segundo modelo ha sido promovido desde un talante mucho más uniformizador propio de los estamentos militares. Se prima el avance en lo que se denominó la reconquista. Sus referencias serán El Cid o Fernando III. Esa lucha ante “el infiel” tuvo el apoyo del papado (en aquellos momentos de la historia). Se establecía una unión de intereses en tanto se revestía el avance militar con el del catolicismo. No hay que olvidar que muchos siglos después con Franco esa unión se seguía manteniendo. Sólo hay que recordar la denominación de “cruzada” que el régimen franquista daba a nuestra guerra civil. Este modelo hay que vincularlo a Castilla y por ello mismo es en la capital burgalesa donde se constituyó el primer gobierno de Franco o donde podemos encontrar la sepultura de El Cid en su catedral.

          Ese modelo uniformizador tiene un especial reflejo en los denominados “Reyes Católicos”. La unión de Isabel y Fernando se hace en Valladolid y no es casual esa asociación al concepto “católicos”. Los efectos de esa unión son fundamentalmente militares y se pueden ver en cualquier hemeroteca. Conquistas (de Granada, Canarias, Navarra…) y expansiones (por Italia, África o América). Es decir avances militares y expansionistas bajo el auspicio del elemento religioso y el apoyo del papado.

          En nuestra opinión, el que se haya triunfado uno u otro modelo ha tenido y tiene consecuencias en la España actual. Tal vez no hubiéramos llegado donde estamos en este momento si hubiese triunfado el modelo leonés de España.

          Ese modelo uniformizador es también el que contemplan diferentes fuerzas nacionalistas. En concreto el independentismo catalán contrapone una unidad “Cataluña” con otra a la que denominan “España”. La pluralidad y las libertades brillan por su ausencia en ese modelo. Para nada tiene que ver con un modelo leonés de España que reconoce una “unidad en la pluralidad”, de modo que Cataluña es parte de una España que se reconoce como plural.

          Rechazamos el modelo auspiciado por algunos partidos, basado en que “quien tiene poder, tiene derechos”. Curiosamente esto es algo que defienden partidos que se dicen de izquierdas pero que circunscriben esos derechos de modo exclusivo a los territorios donde los nacionalistas ocupan posiciones de poder. El resto no existimos, aun cuando nuestras razones históricas, económicas o sociales puedan ser muy importantes. No es que se discutan, simplemente no se escuchan.

          La pregunta del referéndum catalán hace referencia a “un estado independiente en forma de república”. Uno diría que ¡menos mal!, ya que tendrían muchos problemas para encontrar un “rey de Cataluña”. Los aragoneses reivindican con razón que desde Cataluña se les han usurpado muchos de sus símbolos (empezando por el de la propia bandera del Reino de Aragón). Necesitan para su propia subsistencia el contraponer los conceptos de “Cataluña” y “España” (como algo uniforme). En ese sentido les viene muy bien la España asociada al Cid, a los Reyes Católicos o a Franco. Diría que hasta tienen intereses comunes con ellos.

          Se hace necesario y hasta urgente recuperar una historia de España basada en los valores democráticos. Que inspire y respire libertad. Creo que ello es el mejor antídoto contra esos nacionalismos a los que refuerza en sus posiciones la imagen de una España uniforme y vinculada a valores autoritarios antes que a valores democráticos.

          Es incomprensible que se apoye “parcelar la riqueza”. Pero lo es aún menos que se haga desde partidos que se dicen de izquierda y que, al menos en teoría, deberían primar los valores de solidaridad. La contribución al modelo común debería ejercerse en función del poder económico de cada uno (ya sea a nivel individual o territorial). El discurso clasista de: “tu vago (y aquí suelen incluir Extremadura, Andalucía), te aprovechas de los recursos que generamos los que trabajamos más” no es admisible. Menos aún que aquellos que lo ejercen se presenten además como víctimas de los demás. Es este un mundo que empieza y acaba en ellos mismos con lo que los demás no importan, tal vez por cuanto ni siquiera se les ve.

          El himno de León empieza diciendo “sin León no hubiera España”. Pues bien, creo que para recuperar España hay que recuperar también la historia leonesa y el modelo territorial de una “unidad plural”.

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