Cuando
uno lee en algún medio de comunicación de los de mayor difusión a nivel de
España cosas como estas: “los turistas
que nos llueven en manada, suelen pertenecer a la escoria de sus países y
llegan al nuestro para mearse en sus calles, emborracharse como cosacos, o
tirarse desde los balcones”, debo confesar que queda absolutamente perplejo. La cita es textual, firmada por Blanca
Álvarez y acompañada por una cierta comprensión respecto de aquellos que han
efectuado actos vandálicos contra ese turismo (eso sí sin aprobar tales actos).
Yo prefiero quedarme con la imagen del turista británico que acude a socorrer a
un niño después del brutal atentado de las Ramblas.
Puede ser
comprensible que los medios de comunicación reparen especialmente en ese tipo
de cuestiones y las trasladen a sus informativos. Sin embargo dar la noticia de
un asesinato en un determinado territorio no significa admitir que la mayoría
de sus habitantes “suelen ser asesinos” (como se hace en el texto comentado).
La barbaridad es manifiesta e implica tintes claramente xenófobos. Aplicar lo que hacen algunos
individuos al conjunto de su comunidad de referencia es un signo claramente
racista. Es como concluir que como un ciudadano negro ha cometido un asesinato,
“los negros” en su conjunto son asesinos. Sin embargo aquellos que utilizan
estos razonamientos xenófobos no suelen reconocerse como tales e incluso se auto
titulan de “progresistas”.
Confundir la
“parte” con el “todo” es un signo
claramente asociado a los regímenes totalitarios. A veces esa parte es
incluso ínfima pero es capaz de trasladar sus planteamientos y conductas con
facilidad a las portadas de los medios de comunicación. En general a mayor
radicalidad mayor facilidad para esa presencia. Sin embargo son muchos más los
que desde conductas silenciosas representan mucho mejor el sentir y las formas
de conducta de un determinado colectivo. Diría que no admite la menor duda de
que la gran mayoría de los turistas que visitan España ni pertenecen “a la
escoria de sus países” (ya el término se las trae), ni llegan a nuestras calles
para mearse en ellas, emborracharse o tirarse desde los balcones. Diría que
ello es incluso una evidencia y que lo que parece increíble es que alguien
pueda hacer la afirmación contraria
desde un importante medio de comunicación (aún que ello no signifique
que esté de acuerdo con lo que dice su autora).
Los medios
de comunicación deben estar muy atentos a evitar ser altavoces de las
barbaridades cometidas por una minoría. Algunos medios informativos extranjeros
han llevado a sus portadas los actos vandálicos cometidos contra el turismo en
algunas comunidades españolas. También en este caso es claro que la gran
mayoría de las personas que viven en esas comunidades dan la bienvenida a los turistas y reprueban este
tipo de conductas. Es ayudar a conseguir los objetivos de los que las promueven
el amedrentar a sus lectores indicándoles los “peligros” que se podrían derivar
de su visita (que tampoco son peligros reales).
Los que
residimos en el País Vasco sabemos bastante de este tipo de cosas. Durante
muchos años la percepción que existía en otras partes de España es que en las
calles por donde pasábamos era habitual el estallido de bombas o el disparo de
las metralletas. La realidad distaba mucho de esa percepción tan negativa y
teníamos que esforzarnos para indicar que no era así. Es un hecho que el avance
en la pacificación de Euskadi ha sido un factor clave en impulsar el turismo en
Euskadi (podría pensarse que tal vez por eso mismo les molesta a algunos).
La
simplificación ayuda a la difusión de una determinada noticia, pero tiende a
suponer una cierta adulteración de la misma. La tónica actual va en la dirección de acentuar la simplicidad y por
tanto restar valor a la elaboración de las cosas. Incluso los dirigentes
políticos tratan de expresar sus posicionamientos sobre un tema en unas pocas
líneas. Es un poco “llegar a más con menos”.
Las
percepciones sociales sobre aquello sobre lo que no tenemos acceso directo, se
forman en función de lo que se nos trasmite y por ello es tan importante que se
haga desde la veracidad y no desde los intereses partidistas. No puede ser que
las audiencias se establezcan en función de la proximidad ideológica al canal
de emisión, que nos reafirme en lo que ya era nuestra propia posición política.
La prudencia
no se suele asociar a titulares pero diría que tiende a ser más representativa
de la forma de pensar de la mayoría. Lo
que no podemos tolerar es que “los gritos ahoguen a las mayorías silenciosas”.
El hartazgo también puede llevar a que esos silencios se transformen en otras
formas de expresión más explícitas.
Nuestro bienestar económico y social
también depende de la capacidad que podamos tener para evitar las imposiciones
de las minorías radicalizadas y de corte xenófobo. El debate siempre será
posible desde actitudes de diálogo que den oportunidad a indicar caminos para
mejorar las cosas. Es la apertura a las
ideas y a las personas, frente a la cerrazón y a la imposición.
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