domingo, 17 de diciembre de 2017

NI CONTIGO, NI SIN TI…


 
            Dice la canción que “ni contigo, ni sin ti, tienen mis males remedio”. A mí esto me recuerda lo que a mi parecer sucede muchas veces en el medio social leonés. Diría que somos “maestros” en una crítica que se extiende a casi todo, que nos sentamos en una mesa para proponer alternativas, que luego vamos a solicitar que otros las ejecuten. Para cerrar el círculo luego esos que van a ejecutarlas les criticaremos ya que no lo han hecho como nosotros deseábamos.

            Desde nuestro individualismo y nuestra afición a los discursos deliberativos (que se plasma en actos como las cantaderas o las cabezadas) somos demasiado aficionados a “ver los toros desde las barreras” sin entrar a “torear” y limitándonos a ser críticos con aquellos que lo hacen. Creo que este es un lastre importante que nos impide avanzar.

            Aquel que toma decisiones en cualquier ámbito, tiene que ser consciente de que no todas van a ser acertadas. Todos debemos tener un margen de tolerancia con aquellos que han dado un paso al frente para liderar los diferentes procesos. Todo ello sin que se excluya la crítica pero considerando al mismo tiempo que tal vez no hemos sido lo suficientemente valientes para liderar esos procesos. Son demasiadas las veces que se escucha la demanda “que otros hagan” y además “lo hagan de este determinado modo”, pero evitando proponerse como ejecutores de aquello que ellos mismos demandan.

            Pienso que tampoco es válida la crítica que se hace sin proponer alternativas. Cualquier oposición entiendo que no debe limitarse a aquellos que ejercen el poder, sino que debe ser lo suficientemente positiva como para plantear lo que pudieran ser sus opciones. En mi opinión esto tampoco se deja ver demasiado (o al menos no de modo suficiente).

            Diría que los leoneses somos en exceso “corrosivos”. Nuestro gran individualismo puede estar ligado a un profundo sentimiento de defensa de nuestras libertades pero dificulta el que se pueda establecer cualquier lazo de colaboración entre nosotros mismos.

            En mi opinión somos mucho más capaces de ver “las diferencias” que podamos tener, que los puntos de encuentro. Ello incluso aun cuando puedan ser muchos más los puntos en común. Todo ello nos debilita.

            La unidad se construye desde el respeto a la pluralidad y no desde la imposición de la uniformidad. Ello puede ser aplicable a un modelo territorial, pero también a los necesarios procesos de cooperación social. Nadie debe atribuirse tener un “medidor” para dar carnets ya sea de “leonés”, “español” o “europeo”. Cada cuál puede serlo desde sus propias opciones y opiniones personales. En la actual crisis de Cataluña he escuchado a alguna persona que “el defendía las posiciones independentistas aun sintiéndose español, pero que se oponía al Gobierno de Mariano Rajoy”. Es como si el único camino para “ser español” es la identificación con aquel que en un momento determinado ocupa la presidencia de gobierno. Evidentemente un error. En todo caso tampoco estaría de más que el resto de las fuerzas políticas hicieran ver la pluralidad de “versiones” y “caminos” de esa identidad común. Desvincular identidad con un determinado pensamiento ideológico. Creo que en las manifestaciones que se han hecho en Barcelona defendiendo un marco unitario se ha intentado algo de esto. Valoro positivamente la presencia de personas en la tribuna con diferente orientación política (aunque ello le haya valido a un histórico dirigente del Partido Comunista (PSUC) como Francisco Frutos que alguno le acuse de “fascista”).

            La tolerancia es un factor básico de la argamasa desde la que se construye la unidad. La discrepancia se debe ejercer desde el respeto al que piensa diferente. El debate hay que ejercerlo desde los argumentos y no tanto desde las diferencias personales. En un mundo que se mueve desde “los tuits” es complicado que “el pensamiento se abra camino”. Considero que hay un cierto déficit de “pensadores” o tal vez habiéndolos tienen una importante dificultad para que sus palabras nos lleguen. No encuentro paralelismos actualmente con lo que en su momento fueron los Ortega, Unamuno o Azaña (por ejemplo). Pero claro tampoco me los imagino escribiendo “tuits” como expresión de su parecer ante determinados acontecimientos. La exigencia de rapidez de respuesta sustituye a la profundidad de los mensajes.

            Para apoyar una determinada opción no es necesario coincidir en todos sus planteamientos. Para salir de un atolladero es más importante aunar fuerzas que discutir sobre el modo y la forma que debemos empujar o si conviene empezar por la rueda de la derecha o la de la izquierda. Habrá que examinar si se considera que efectivamente estamos en una situación complicada a nivel social y económico, a partir ello determinar las posibles causas y cuál podrían ser las mejores soluciones para avanzar en nuestro camino. Lo que ya no es de recibo es que coincidiendo en la definición de la situación, las causas y las posibles soluciones, luego resulte que se sea incapaz de establecer una estrategia común.

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