Uno
tiene la impresión de que el leonés tiene un espíritu fundamentalmente
discursivo. Nos perdemos en buena medida en debates teóricos, pero tenemos
mucha más dificultad para llevarlos luego a la práctica. Somos más de “decir”,
que de “hacer”. Por eso mismo considero que el Reino de León es en buena medida
“El Reino del bla, bla, bla…”.
Forman parte
de nuestra cultura los debates eternos (en las Cabezadas, en las Cantaderas…).
Esto se traslada a la cotidianidad de los comentarios en las cafeterías o en las
reuniones de amigos o familiares. En ese sentido somos también en mucha mayor
medida demandantes de “que otros hagan”, que promotores de hacer algo por
nosotros mismos. Las críticas “desde la barrera” son bastante comunes, aunque
muchas veces ello no significa compromiso de actuación en un determinado
sentido. Nos gusta más ser “directores de obra” que actores en la ejecución de
la misma.
Tal vez
desde ese factor de nuestra personalidad se puede comprender que abunden entre
los leoneses un gran número de escritores. La elaboración mental es algo a lo
que diría somos especialmente propensos. Se podría decir que cada leonés cuando
nace más que un pan bajo el brazo, lo que lleva es un libro.
Ello es
también un signo de nuestro arraigado individualismo. Diría que somos mucho más
proclives a tratar de conseguir que otros se unan a nuestras propuestas, que a
unirnos a las que otros puedan liderar. Esto nos lleva continuamente a “empezar
de cero” , a descubrir una y mil veces el Mediterráneo, el Bernesga, el Sil o
el Tormes. Todo ello dificulta en gran medida cualquier tipo de avance, en
cualquier materia. Es como si continuamente tuviéramos que empezar desde cero.
También
favorece esa cultura del “bla, bla, bla…” el que nos encontramos con una
población cada vez más envejecida y por tanto con más dificultades para “hacer
cosas”. El dinamismo es una característica propia de los jóvenes y en la
pirámide demográfica leonesa cada vez encontramos menos personas de ese
segmento de edad.
Diría que la
propia evolución social fomenta también las conductas más pasivas. Estamos en
una civilización que prima la imagen y el recibir las cosas hechas. Cada
vez somos menos “animal que fábrica
herramientas” y más bien nos limitamos a adquirirlas. En ese sentido los medios
rurales han sido mucho más activos en “hacer cosas” que lo que son los medios
urbanos. Todo ello también nos limita y nos hace más dependientes.
En general
estamos ante un medio social que dificulta el contacto personal y lo sustituye
por el contacto virtual. Diríamos que somos más capaces de llegar a más gente
pero lo que ganamos en extensión lo perdemos en intensidad. Hay gran dificultad
en pasar de ese contacto virtual a otro más real que facilite hacer cosas.
También se complica el discriminar lo que es veraz de aquello que es falso.
Es posible
que el lector piense que este artículo y este autor forman parte de ese Reino
del bla, bla, bla... Muy posiblemente además, no le falte
razón. Valga entonces está reflexión a modo de intentar dibujar modelos de cambio
de conducta tanto propios como ajenos.
Entiendo que
es preferible avanzar en la discrepancia a estancarnos en buscar la
coincidencia absoluta con un determinado proyecto. Hay que ser en mayor medida
capaces de averiguar los puntos de encuentro, que las diferencias que nos
puedan dividir.
Hay que conseguir
construir estructuras organizativas que vayan más allá de la definición de unos
determinados objetivos. Enfocar nuestro pensamiento en como poder llevar a cabo
los proyectos, definiendo tareas a realizar por cada uno y comprometiéndose en
su realización. Como en cualquier empresa habrá que definir los plazos de esos
proyectos y los agentes intervinientes en cada uno de los tiempos. Diría que
somos mucho más capaces de definir “lo que hay que hacer” que de asumir
compromisos a la hora de ejecutar ese plan.
El avanzar
hay que hacerlo asumiendo que en el camino se van a cometer errores. En otros
ámbitos esto es algo que se admite con facilidad. Entre los leoneses creo que
nos quedamos excesivamente en la crítica a una determinada actuación sin
entender que ello forma parte de un proyecto más global. Hay que diferenciar lo
que es una acción coyuntural de un objetivo más estructural y general.
Creo que
también tendemos a mirar en exceso a nuestro pasado aunque ello suponga
recrearnos en nuestros errores. Escrutamos una y otra vez la historia de los
Reyes del Reino de León mucho más de lo que pueda ser la historia más reciente
o los planes para un “Nuevo Reino de León”. Miramos con nostalgia nuestro
pasado tal vez por no encontrar unas suficientes expectativas en el futuro. Nuestra
historia debe convertirse en motor de progreso social y no freno a las
diferentes iniciativas.
Se hace
necesario lograr un equilibrio entre “reflexión” y “ejecución”. En nuestro caso
creo que hay que estimular más la parte ejecutiva que la reflexiva. Sirvan
estas reflexiones para avanzar en tratar de ser más ejecutivos.
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