jueves, 18 de enero de 2018

EL REINO DEL BLA, BLA, BLA...


 

          Uno tiene la impresión de que el leonés tiene un espíritu fundamentalmente discursivo. Nos perdemos en buena medida en debates teóricos, pero tenemos mucha más dificultad para llevarlos luego a la práctica. Somos más de “decir”, que de “hacer”. Por eso mismo considero que el Reino de León es en buena medida “El Reino del bla, bla, bla…”.

            Forman parte de nuestra cultura los debates eternos (en las Cabezadas, en las Cantaderas…). Esto se traslada a la cotidianidad de los comentarios en las cafeterías o en las reuniones de amigos o familiares. En ese sentido somos también en mucha mayor medida demandantes de “que otros hagan”, que promotores de hacer algo por nosotros mismos. Las críticas “desde la barrera” son bastante comunes, aunque muchas veces ello no significa compromiso de actuación en un determinado sentido. Nos gusta más ser “directores de obra” que actores en la ejecución de la misma.

            Tal vez desde ese factor de nuestra personalidad se puede comprender que abunden entre los leoneses un gran número de escritores. La elaboración mental es algo a lo que diría somos especialmente propensos. Se podría decir que cada leonés cuando nace más que un pan bajo el brazo, lo que lleva es un libro.

            Ello es también un signo de nuestro arraigado individualismo. Diría que somos mucho más proclives a tratar de conseguir que otros se unan a nuestras propuestas, que a unirnos a las que otros puedan liderar. Esto nos lleva continuamente a “empezar de cero” , a descubrir una y mil veces el Mediterráneo, el Bernesga, el Sil o el Tormes. Todo ello dificulta en gran medida cualquier tipo de avance, en cualquier materia. Es como si continuamente tuviéramos que empezar desde cero.

            También favorece esa cultura del “bla, bla, bla…” el que nos encontramos con una población cada vez más envejecida y por tanto con más dificultades para “hacer cosas”. El dinamismo es una característica propia de los jóvenes y en la pirámide demográfica leonesa cada vez encontramos menos personas de ese segmento de edad.

            Diría que la propia evolución social fomenta también las conductas más pasivas. Estamos en una civilización que prima la imagen y el recibir las cosas hechas. Cada vez  somos menos “animal que fábrica herramientas” y más bien nos limitamos a adquirirlas. En ese sentido los medios rurales han sido mucho más activos en “hacer cosas” que lo que son los medios urbanos. Todo ello también nos limita y nos hace más dependientes.

            En general estamos ante un medio social que dificulta el contacto personal y lo sustituye por el contacto virtual. Diríamos que somos más capaces de llegar a más gente pero lo que ganamos en extensión lo perdemos en intensidad. Hay gran dificultad en pasar de ese contacto virtual a otro más real que facilite hacer cosas. También se complica el discriminar lo que es veraz de aquello que es falso.

            Es posible que el lector piense que este artículo y este autor forman parte de ese Reino del bla, bla, bla... Muy posiblemente además, no le falte razón. Valga entonces está reflexión a modo de intentar dibujar modelos de cambio de conducta tanto propios como ajenos.

            Entiendo que es preferible avanzar en la discrepancia a estancarnos en buscar la coincidencia absoluta con un determinado proyecto. Hay que ser en mayor medida capaces de averiguar los puntos de encuentro, que las diferencias que nos puedan dividir.

            Hay que conseguir construir estructuras organizativas que vayan más allá de la definición de unos determinados objetivos. Enfocar nuestro pensamiento en como poder llevar a cabo los proyectos, definiendo tareas a realizar por cada uno y comprometiéndose en su realización. Como en cualquier empresa habrá que definir los plazos de esos proyectos y los agentes intervinientes en cada uno de los tiempos. Diría que somos mucho más capaces de definir “lo que hay que hacer” que de asumir compromisos a la hora de ejecutar ese plan.

            El avanzar hay que hacerlo asumiendo que en el camino se van a cometer errores. En otros ámbitos esto es algo que se admite con facilidad. Entre los leoneses creo que nos quedamos excesivamente en la crítica a una determinada actuación sin entender que ello forma parte de un proyecto más global. Hay que diferenciar lo que es una acción coyuntural de un objetivo más estructural y general.

            Creo que también tendemos a mirar en exceso a nuestro pasado aunque ello suponga recrearnos en nuestros errores. Escrutamos una y otra vez la historia de los Reyes del Reino de León mucho más de lo que pueda ser la historia más reciente o los planes para un “Nuevo Reino de León”. Miramos con nostalgia nuestro pasado tal vez por no encontrar unas suficientes expectativas en el futuro. Nuestra historia debe convertirse en motor de progreso social y no freno a las diferentes iniciativas.

            Se hace necesario lograr un equilibrio entre “reflexión” y “ejecución”. En nuestro caso creo que hay que estimular más la parte ejecutiva que la reflexiva. Sirvan estas reflexiones para avanzar en tratar de ser más ejecutivos.

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