Este
año 2.020 está suponiendo un hito en nuestra reciente historia. Hay diferentes
estudios que se ocupan de las graves consecuencias que supone la pandemia tanto
desde el punto de vista sanitario como de la economía. Este artículo sin restar
importancia a todo ello, quiere centrarse en otra perspectiva, en la de los
valores sociales.
En primer
lugar considero que está pandemia está suponiendo una cierta cura de humildad al
conjunto de las sociedades. Los seres humanos somos mucho más vulnerables de lo
que pensábamos. Nos han sobrado dosis de arrogancia. No éramos tan grandes, ni
tan poderosos. Un pequeño virus ha sido capaz de alterar de modo importante las
vidas de todos aquellos que vivimos en el planeta Tierra.
Hay que
recuperar nuestra historia y nuestro pasado para recordar que las pandemias se
han sucedido a lo largo del tiempo y que en ese sentido la actual pudiera
considerarse un “hecho normal”. Incluso cabría decir que ha habido otras
pandemias mucho más graves (como la mal llamada “gripe española”, donde con
menos población se llegó a los 50 millones de muertos). Creo que desde esa
arrogancia nos habíamos olvidado que éramos vulnerables y en consecuencia no
nos habíamos preparado suficientemente para protegernos. Creo que esto es
general y no privativo de un país o de un pensamiento político. La culpa no
sólo está en “los otros”, también está en “nosotros”.
Otro valor
que nos exige está pandemia es el de la solidaridad. Estamos en una sociedad excesivamente individualista que de
algún modo ha llevado a un egoísmo de pensar sólo “en mí mismo”. Sin embargo el
combate de la pandemia nos está exigiendo a todos conductas de cooperación y
solidaridad. Hay una necesidad social tanto de protegernos como de proteger a
aquellas personas con las que podamos tener contacto. En ese sentido se hace
especialmente necesario mantener esas medidas con las personas que son más
vulnerables. La asunción de unas determinadas normas sociales es un “arma”
esencial para intentar derrotar el virus.
Es la
solidaridad que debemos ejercer con el comercio, con el restaurante… con
aquellos negocios que se han visto especialmente afectados y a los que habría
que primar como consumidores a la hora de donde efectuar nuestras compras.
También esta
pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de poder contar con unos servicios públicos que atiendan lo que son las necesidades básicas de la ciudadanía. Se ha
hecho necesario separar lo que son necesidades vitales de otras que son más
accesorias.
Se ha
establecido un mayor vínculo entre aquellos profesionales que prestaban los servicios esenciales y la ciudadanía en general. Un ejemplo de ello ha sido la población salía a
las ventanas a aplaudir a todos aquellos que pugnaban por facilitar esos
servicios esenciales (empezando por los sanitarios pero continuando por el
comercio, los transportistas, agricultores…)
La pandemia
ha puesto en valor la importancia de la ciencia y la
investigación. Desde
luego en el campo de la medicina, pero también en otros campos. Hay un cierto
consenso de que la pandemia no se frenará de modo suficiente hasta encontrar
una vacuna y que esa llegue al conjunto de la población. Pero también es
necesario conocer desde la rigurosidad los motivos que han llevado a que la
incidencia de la pandemia haya sido distinta en un territorio que en otro.
Avanzar en ese conocimiento exige evitar hacerlo desde posiciones partidistas
con demasiados “a prioris”. La ciencia y la investigación se ejercen desde la
libertad. Habrá que preguntar si la vacuna que se vaya a encontrar es o no
eficaz, pero no a qué partido vota el investigador que la haya encontrado.
Para poder
establecer conclusiones se hace necesario tener datos veraces. En ello distinguimos entre los que no se alcanza un
grado suficiente de veracidad por la propia dificultad de recopilarlos, de
aquellos otros en los que hay una voluntad de engañar. Por ejemplo no es
creíble que en China donde nace la epidemia y que cuenta con más de 1.400
millones de habitantes únicamente se hayan producido 4.634 fallecidos. Esas
cifras nada tienen que ver con las que se han dado en otros países, ni tampoco
con lo que es su entorno geográfico más cercano. Otra cosa distinta será la
dificultad de determinar si una persona que fallece es por causa del Covid-19 o
por otros motivos (algo que ya no es tan claro).
La pandemia
creo que nos ha enseñado que para superarla es necesario más conductas de cooperación
que de enfrentamiento. El reto es tan complicado que no vale el decir “la culpa
es tuya”. Sobran los enfrentamientos personales (en España pero también a nivel
mundial) y se hace necesario buscar mecanismos que faciliten encontrar
soluciones compartidas. No hay soluciones ni mágicas, ni individuales.
Esperemos
que cuando hayamos logrado superar está pandemia, nos quede una sociedad mejor
y con mayor capacidad para afrontar los retos del futuro.
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