La segunda ola del Covid 19 presenta
diferencias importantes respecto de la primera. Una de ellas es la letalidad de
la enfermedad. Así por ejemplo en mayo estábamos en un 11,8% (fallecidos por
número total de contagios) mientras que actualmente estamos en el 3.3%. En ello
hay como variable fundamental el que han aumentado en gran medida los test y
con ello el número de positivos. Así en mayo con 222.857 casos había un total
de 26.299 fallecidos. Lo que vendría a ser lo mismo, mientras el 8 de mayo con 1.095 positivos había 229 fallecidos,
ahora en los datos facilitados el 23 de mayo podemos ver que con 8.293
positivos el número de fallecidos es 47. Una de las causas claras de ese cambio
ha sido la mucha mayor capacidad para detectar positivos.
Sin embargo este artículo se quiere
centrar más bien en los cambios sociales que se han producido en esta segunda
ola respecto a la primera. Por ejemplo
en la primera oleada hubo una canción que simbolizaba la actitud social ante la
pandemia. El “Resistiré” del Dúo Dinámico sonaba por todas partes y distintos
artistas lanzaron una versión conjunta. Era un himno social que marcaba la
pauta a seguir. Hoy ya apenas vemos esa canción en el ámbito social o en las
redes. Tampoco ha sido sustituida por ninguna otra.
La apelación a la resistencia va
asociada a una lucha larga y a la necesidad de perdurar en el tiempo en una
serie de actitudes sociales. Estamos en un tiempo en que la fugacidad de las
cosas prima sobre la permanencia. Todo es bastante efímero (sí menos esta
maldita pandemia).
En esa primera oleada hemos sido
muchos los que salíamos puntualmente a nuestros balcones para aplaudir a los
sanitarios y a todos aquellos que con su esfuerzo contribuían a mantener
nuestras condiciones de vida. Hoy eso también ha desaparecido. Incluso vemos
que algunos sanitarios exhibían pancartas indicando un cierto rechazo a ese
reconocimiento social. Así venían a decir “menos aplausos y mejores condiciones
laborales”. Yo eso nunca lo he entendido, es como si se responsabilizase a
aquellos que querían premiar con su aplauso el esfuerzo realizado de lo que
pudiera ser la situación laboral. Por otro lado la experiencia también ha
llevado a que como en todo colectivo hay actitudes dignas de elogio pero
también otras que merecen el desprecio y el absoluto rechazo. Ya ven con eso
tanto entre los sanitarios como entre el conjunto de la población se ha roto
ese nexo de unión.
El salir a los balcones favorecía el
que se sintiese una Comunidad en el buscar una salida común. Había un contacto
con los vecinos aunque no pasase de algo visual.
El que haya dejado de sonar el
“resistiré” o que ya no salga la ciudadanía a los balcones son signos de un
importante cansancio social. Estamos todos como más apagados sin ganas de tomar
nuevas iniciativas. Tal vez pensábamos que
esta “batalla” no iba a durar tanto tiempo. Incluso las iniciativas
solidarias que surgieron en ese momento (como la de Cruz Roja responde u otras
auspiciadas por el Gobierno) tampoco las hemos visto en esta segunda oleada.
La única forma que tiene el mundo de
parar esta pandemia es limitando las relaciones sociales. Esto por un lado
genera muy importantes problemas económicos (especialmente en algunos sectores).
Pero también supone grandes esfuerzos sociales el limitar las reuniones con la
familia y los amigos. El no poder viajar para poder reunirte con tus seres
queridos. Las celebraciones ya sea por un determinado éxito o asociadas a
enfermedad o muerte se han paralizado.
Diría que en esta segunda oleada ha
avanzado el miedo y a perdido protagonismo la esperanza. Signo de ello es que
también vemos muchos menos balcones con apelaciones al “va a salir bien” en
medio de un arco iris.
Los medios de comunicación son una
máquina implacable de malas noticias. Eligen como referencia principal el
número de contagios y estos han ido
aumentando, aunque afortunadamente ese incremento no es igual en cuanto al
número de fallecidos (como hemos explicado al principio).
Para las autoridades la situación es
muy complicada. Por un lado se necesita difundir que la situación es mala y que
por ello se hacen necesarias las restricciones. Pero por otro lado también hay que generar una
cierta esperanza (justificada) que consiga una actitud más positiva ante el
futuro. Caer en la desesperanza no es bueno.
Nadie tenemos una varita mágica. Está
pandemia en mi opinión es también una cura de humildad social. También en el
ámbito político se hace necesario esas posiciones de humildad y evitar la
soberbia que lleva a considerar que “la única verdad es la mía”. Cuando existen
problemas es mucho más importante “tirar del carro” para sacarlo del atolladero.
No podemos quedar en debates estériles sobre la mejor forma de sacarlo.
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