En el 2007 Nassim Taleb publica su
libro “El Cisne negro” que fue acogido
con notable éxito. A mi particularmente me ha parecido muy interesante. Su
tesis fundamental era que los acontecimientos que calificamos como extraordinarios
forman parte de la normalidad. Uno de sus méritos ha sido trasladar esa idea a
través de la imagen de “los cisnes negros”. Vendría a ser que aunque la mayoría
de los cisnes son blancos, también hay que encuadrar dentro de la normalidad a
“los cisnes negros”.
En ese texto y
trasladado al plano social “los cisnes negros” vendrían a significar
acontecimientos negativos y perjudiciales para el bienestar social. Tal vez en
ello se deja guiar por todo lo que en nuestra cultura ha venido a significar el
color negro como signo de luto . Cuando surge la pandemia se asume como uno de
esos cisnes negros que nos causan dolor pero que vistos desde una perspectiva
histórica se pueden considerar que forman parte de una normalidad social. No
era la primera vez que la humanidad ha sufrido una pandemia y con toda
probabilidad tampoco será la última.
Igual es que
uno pasa por un momento pesimista, pero es que parece que últimamente “todos
los cisnes son negros”. La excepcionalidad de acontecimientos negativos graves
se ha convertido en algo que ha pasado a ser habitual. Primero fue la pandemia,
luego un volcán (que estuvo mucho tiempo activo) y ahora la guerra de Ucrania.
Ninguno es precisamente un “tema menor” y me llama la atención esa continuidad.
Sabemos que existen
“cisnes negros” pero también que “aparecen entre otros muchos cisnes blancos”. Hoy
sin embargo, parece que lo que se considera excepcional son los “cisnes
blancos”. Lo malo es que todo ello va minando el tejido económico y social. Los
recursos son siempre limitados. Más allá de la demagogia será siempre
complicado pedir que se recauden “menos impuestos” para dar “más servicios”.
Son muchos los
sectores y zonas geográficas afectadas. Se puede entender que hay que procurar
atender unas necesidades básicas. Habrá que promover acciones de solidaridad ya
sea con los refugiados de Ucrania, como con los que han perdido sus hogares
como consecuencia del volcán.
Voy a ser uno
de los que apoyan la petición de Borrell para que ya sea a nivel individual o
de comunidad se reduzca el gasto en el gas. Ha pedido bajar algo el termostato
que mide la temperatura. Creo que más allá del tema concreto, está petición hay
que enmarcarla en que la solución a los problemas nos corresponde afrontarla a
todos y no es tarea exclusiva de los que tienen responsabilidades de gobierno.
Es frecuente
considerar que los medios públicos y las administraciones tienen unos poderes
económicos prácticamente ilimitados que podrían cubrir cualquier demanda. Un
cierto concepto de sociedad de bienestar estaría apoyado en esa cierta
sensación de poder ilimitado. Hay una negación a admitir lo que nos supone esfuerzos
o inconvenientes suplementarios. Todo ello aún cuando también hay grandes
ejemplos de solidaridad social que hemos podido ver ante las diferentes
desgracias.
No es tanto que
el medio social no sea generoso (que si creo que lo es) como que se enfrenten
los grandes problemas como algo que nos compete a todos. Que no se espere a que
la solución venga desde las
administraciones públicas.
Es en los
momentos de dificultad donde se hace especialmente necesario el conseguir liderazgos
que favorezcan la unidad en los objetivos más allá de lo que puedan ser las
diferencias ideológicas.
En todos
aquellos campos en los que se precisa la colaboración es necesario que la misma
se haga desde la confianza. Hoy estamos en un medio político en el que resulta
demasiado habitual el insulto. Podríamos decir que se tiende a primar derribar al
rival político por encima de superar las dificultades. Podríamos decir que “se
combate más a las personas que a las ideas". Por ello mismo se ha hecho
habitual el insulto y la descalificación. La mentira también ha ganado
protagonismo.
Se nos dice que
podemos estar ante un cambio en el orden mundial. Creo que esto es una
posibilidad real. Por ello mismo hay que defender los valores de la cultura
europea. Es importante el apoyo a una forma de vida basada en una organización
democrática, en la libertad y en la defensa de la pluralidad. La uniformidad que
,tanto antes como ahora, se ha querido imponer en base a criterios religiosos o
militares es contraria a nuestro modo de vida. La barbarie en demasiadas
ocasiones se ha justificado en que “no hay más verdad que la mía” y por tanto
hay que acabar con los “infieles”.
Deben volver
los cisnes blancos a nuestros estanques. Que los podamos disfrutar desde la
tranquilidad y la libertad. Que nuestros hijos y nietos no tengan que ver más
estas escenas de horror.
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