Hay un punto
de acuerdo en todos los autores respecto a que la inteligencia artificial nos
va a permitir avances en muchos campos. La capacidad de análisis será el motor
que nos puede llevar a conseguirlos.
Se podría
decir que el liderazgo mundial está en función de quien tenga más y mejores
avances en ese proceso. Hoy por hoy, la pugna principal estaría entre los
Estados Unidos y China. No es casual que Trump se haya rodeado de grandes
magnates en ese campo como Elon Musk, ni tampoco que condicione su apoyo a
Ucrania a cambio del acceso a las tierras raras.
Por otro
lado, las crisis de las democracias liberales están propiciando el aumento del
liderazgo de China a nivel mundial. La fragmentación política que se puede ver
en la mayoría de los países europeos no facilita que Europa sea un actor
suficientemente relevante en este campo. Sin embargo sería deseable un mayor
protagonismo y no sólo por criterios de geopolítica, también de valores
culturales.
Estamos
entonces en un enfrentamiento entre un modelo de IA liderado por China (que
evita los límites propios de los países democráticos) con otro en el que Trump
también está favoreciendo sortear cualquier impedimento ético que reste fuerza
a las empresas de Estados Unidos que desarrollan esa I.A.
En
consecuencia podríamos decir que estamos ante “dos caballos desbocados” que
luchan por su hegemonía por encima de lo que pueda ser el universo de valores.
En ese
contexto la empresa china Deepseek ha conseguido avances importantes tanto a
nivel de costes como de rendimiento. Eso se ha traducido de modo inmediato en
la devaluación de su empresa competidora en Estados Unidos (Nvidia) que como
consecuencia del anuncio perdió en un día un 17% (lo que se traduce en casi 600.000 millones de dólares).
Por otro
lado podríamos que hay una invasión de “la máquina” en un terreno que se creía
privativo del ser humano. Descartes basaba la existencia en “el pensar”. Kant
por su parte subordinaba la autonomía moral a pensar por uno mismo. J.M.
Lacalle en su interesante libro sobre la civilización artificial se pregunta “cuando
una máquina reúna ambas premisas ¿Qué sucederá?”.
Hay que
tener en cuenta que la I.A. que se está diseñando no sólo reproduce cálculos,
también es capaz de elaborar contenidos con cierta autonomía a partir de los
datos que va recopilando.
Esta
situación nos crea una importante dependencia. Por decirlo de algún modo
nosotros vamos a necesitar más de la I.A. que “la máquina” de nosotros. El “ser
humano” sería relativamente “más prescindible”. Esto es una amenaza importante
que tal vez no se está teniendo suficientemente en cuenta.
Además estos
procesos pueden asociarse a una concentración de poder. La democracia se basa
en la importancia de conseguir convencer a la ciudadanía de que una determinada
opción es mejor que otra. Pero la I.A. puede favorecer el control y la
vigilancia de un Estado. El que tenga el control de la I.A. vendría a tener
también el control del poder.
Los datos es
el principal activo sobre el que ya se mueve la economía y todo apunta que se
moverá en el futuro. Es la materia prima para crear los algoritmos. Por eso hay
una lucha en todos los campos por obtener la información que permita luego
dirigir las comunicaciones a los intereses de cada uno y evitar la dispersión
de mensajes a los no interesados. Esto supone una externalización de nuestra
privacidad.
En ese afán
por comunicar surgen las noticias falsas. Se hace complicado conocer la verdad
y los medios de comunicación tienen sus propios gabinetes de verificación. Pero
claro cabría preguntarse qué filtros debería tener esa I.A. para evitar que “se
alimentase” de datos falsos y en función de ello elaborase conclusiones
erróneas.
Diría que ya
en este momento por un lado aumenta la demanda de necesidad de interactuar con
una persona en cualquier campo. Nos gusta poder expresarnos y contar nuestras
peculiaridades y preferencias. Pero por otro lado cada vez se hace más
complicado ese contacto. Hay una cierta contradicción en buscar ese diálogo
personal y luego hacer las comprar a través de una máquina.
Podríamos
decir que la tendencia puede ser que el nivel de dependencia de la I.A. vaya en aumento en la medida que
se vaya aumentando su desarrollo. Es posible que en el futuro no sea posible ni
deseable prescindir de ella.
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