En muchos aspectos de la vida nos
movemos entre el miedo que nos paraliza y la esperanza que nos lleva a
movilizarnos para alcanzar determinados objetivos.
En la medida
que interpretemos un futuro optimista tenderemos a arriesgar más para conseguir
nuestras metas. Por el contrario si vislumbramos que las expectativas no son
las mejores la posición entonces nos llevará a que “es mejor quedarse como
estamos”. Incluso cuando interpretamos que la situación que nos vaya a deparar el día de mañana no es
clara, la tendencia será más bien a acentuar nuestras posiciones conservadoras.
En definitiva podríamos decir que la confianza es motor de avance y la
desconfianza nos paraliza.
Diría que en
estos momentos el factor dominante es más bien la desconfianza ya sea en el
plano económico, político o en el medio social en su conjunto. Ello no sólo es
aplicable a los planos más locales sino que se extiende al plano internacional.
Nadie se fía de nadie. La falta de fiabilidad sobre los que han hecho algún tipo de
pronóstico sobre cómo iba a ser ese futuro, no ayuda a que se incremente la
confianza. Nos habían dicho que el petróleo iba a cotizar por encima de los 100
dólares (y lo hace alrededor de los 45) o que no iba a producirse el brexit,
que Clinton sería la nueva presidenta de Estados Unidos, que los mercados
financieros españoles iban a terminar 2016 en positivo… Nada de eso se ha
cumplido. Con todo el caso más grave fue
el de Lehman Brothers, en el que las agencias de calificación le daban la
máxima puntuación en seguridad financiera, una semana antes de que esa firma
quebrase. Esa circunstancia fue clave en la importante crisis económica que se
desarrollo después. Sólo cabían dos posibilidades o esas agencias eran
ineficaces en el desempeño de su labor o lo que era aún peor, mentían y
engañaban. Todo ello recaía en las espaldas y en las economías de muchas
personas. Ya no bastaba tener un producto “garantizado” (como pasaba antes)
ahora había que preguntar quién lo garantizaba (más allá de la entidad que
vendía o comercializaba ese producto).
La
desconfianza ha llegado a paralizar países (como Grecia) o entidades
financieras ya sea en España como en otros muchos países. Ello obligaba a tener
que vigilar donde se abría una cuenta corriente. El tan denostado “rescate” de
algunas Cajas creo que ha ido más bien en la dirección de asegurar el dinero
que los clientes tenían depositados en ellas.
Pero esa
desconfianza no se ha limitado al mundo financiero sino que ha llegado a muchos
sectores. Es el ejemplo de la industria automovilística en la que diferentes
marcas han sido multadas por haber engañado en lo que es la declaración de
gases contaminantes. Samsung ha tenido que retirar del mercado (con importantes
pérdidas) un determinado modelo de móvil ya que su batería se incendiaba. Todo
esto alimenta la desconfianza social.
Como
reacción se está difundiendo en el mundo un avance de las políticas
proteccionistas. La desconfianza promueve que se pongan fronteras ya sea en las
casas o en los países. Entiendo que en esta línea es en la que hay que
interpretar el triunfo del Brexit en Gran Bretaña o de Donald Trump en Estados
Unidos (no es casual el apoyo mutuo en esas medidas). Se promueve poner muros
reales y virtuales para separarnos de un exterior que se vive como una amenaza.
En esa línea son también el avance de las medidas proteccionistas en la
economía. Es el miedo que paraliza.
Están surgiendo nuevos partidos que tienen su
principal base en la desconfianza hacia los tradicionales. El último ejemplo es
el aplastante triunfo de "la República en marcha" en las últimas
elecciones francesas. Pero lo nuevo no es necesariamente mejor y también acaba
desgastándose. Podríamos decir que se está produciendo una importante reacción
de desconfianza hacia los “desconfiadores” (ya sea el Brexit o Trump).
Es necesario
para una vuelta a escenarios de confianza el ir ganando en credibilidad social.
Para ello es necesario que se dé una cierta correspondencia entre lo que son
proyecciones de futuro y lo que vaya a suceder después. No se puede confiar en
aquellos que te han engañado. Admitiendo
que el futuro es siempre impredecible (en cualquier campo ya sea física,
economía o sociología) si hay que avanzar en conseguir un mayor nivel de
acierto. Tampoco se puede pedir confianza en aquellos que reiteradamente yerran
en lo que son sus previsiones.
Para avanzar
hace falta tener esperanza en el futuro. En ese camino será básico el ganar en
credibilidad para mejorar los niveles de confianza. No creo que sea una
solución el ir parcelando el mundo. Habrá que armonizar la unidad con la
pluralidad. Cada vez más, alcanzar el bienestar mundial es tarea de todos y no
creo que sea ni posible, ni deseable promover fronteras ya sea con México, con
Europa o desde Catalunya con el resto de España.
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