martes, 4 de julio de 2017

ENTRE EL MIEDO Y LA ESPERANZA.


 
          En muchos aspectos de la vida nos movemos entre el miedo que nos paraliza y la esperanza que nos lleva a movilizarnos para alcanzar determinados objetivos.

            En la medida que interpretemos un futuro optimista tenderemos a arriesgar más para conseguir nuestras metas. Por el contrario si vislumbramos que las expectativas no son las mejores la posición entonces nos llevará a que “es mejor quedarse como estamos”. Incluso cuando interpretamos que la situación  que nos vaya a deparar el día de mañana no es clara, la tendencia será más bien a acentuar nuestras posiciones conservadoras. En definitiva podríamos decir que la confianza es motor de avance y la desconfianza nos paraliza.

            Diría que en estos momentos el factor dominante es más bien la desconfianza ya sea en el plano económico, político o en el medio social en su conjunto. Ello no sólo es aplicable a los planos más locales sino que se extiende al plano internacional. Nadie se fía de nadie. La falta de fiabilidad  sobre los que han hecho algún tipo de pronóstico sobre cómo iba a ser ese futuro, no ayuda a que se incremente la confianza. Nos habían dicho que el petróleo iba a cotizar por encima de los 100 dólares (y lo hace alrededor de los 45) o que no iba a producirse el brexit, que Clinton sería la nueva presidenta de Estados Unidos, que los mercados financieros españoles iban a terminar 2016 en positivo… Nada de eso se ha cumplido.  Con todo el caso más grave fue el de Lehman Brothers, en el que las agencias de calificación le daban la máxima puntuación en seguridad financiera, una semana antes de que esa firma quebrase. Esa circunstancia fue clave en la importante crisis económica que se desarrollo después. Sólo cabían dos posibilidades o esas agencias eran ineficaces en el desempeño de su labor o lo que era aún peor, mentían y engañaban. Todo ello recaía en las espaldas y en las economías de muchas personas. Ya no bastaba tener un producto “garantizado” (como pasaba antes) ahora había que preguntar quién lo garantizaba (más allá de la entidad que vendía o comercializaba ese producto).

            La desconfianza ha llegado a paralizar países (como Grecia) o entidades financieras ya sea en España como en otros muchos países. Ello obligaba a tener que vigilar donde se abría una cuenta corriente. El tan denostado “rescate” de algunas Cajas creo que ha ido más bien en la dirección de asegurar el dinero que los clientes tenían depositados en ellas.

            Pero esa desconfianza no se ha limitado al mundo financiero sino que ha llegado a muchos sectores. Es el ejemplo de la industria automovilística en la que diferentes marcas han sido multadas por haber engañado en lo que es la declaración de gases contaminantes. Samsung ha tenido que retirar del mercado (con importantes pérdidas) un determinado modelo de móvil ya que su batería se incendiaba. Todo esto alimenta la desconfianza social.

            Como reacción se está difundiendo en el mundo un avance de las políticas proteccionistas. La desconfianza promueve que se pongan fronteras ya sea en las casas o en los países. Entiendo que en esta línea es en la que hay que interpretar el triunfo del Brexit en Gran Bretaña o de Donald Trump en Estados Unidos (no es casual el apoyo mutuo en esas medidas). Se promueve poner muros reales y virtuales para separarnos de un exterior que se vive como una amenaza. En esa línea son también el avance de las medidas proteccionistas en la economía.  Es el miedo que paraliza.

             Están surgiendo nuevos partidos que tienen su principal base en la desconfianza hacia los tradicionales. El último ejemplo es el aplastante triunfo de "la República en marcha" en las últimas elecciones francesas. Pero lo nuevo no es necesariamente mejor y también acaba desgastándose. Podríamos decir que se está produciendo una importante reacción de desconfianza hacia los “desconfiadores” (ya sea el Brexit o Trump).

            Es necesario para una vuelta a escenarios de confianza el ir ganando en credibilidad social. Para ello es necesario que se dé una cierta correspondencia entre lo que son proyecciones de futuro y lo que vaya a suceder después. No se puede confiar en aquellos que te han engañado.     Admitiendo que el futuro es siempre impredecible (en cualquier campo ya sea física, economía o sociología) si hay que avanzar en conseguir un mayor nivel de acierto. Tampoco se puede pedir confianza en aquellos que reiteradamente yerran en lo que son sus previsiones.

            Para avanzar hace falta tener esperanza en el futuro. En ese camino será básico el ganar en credibilidad para mejorar los niveles de confianza. No creo que sea una solución el ir parcelando el mundo. Habrá que armonizar la unidad con la pluralidad. Cada vez más, alcanzar el bienestar mundial es tarea de todos y no creo que sea ni posible, ni deseable promover fronteras ya sea con México, con Europa o desde Catalunya con el resto de España.

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