Amazon ha anunciado que prepara iniciar una serie de 12 capítulos sobre
“El Cid”. Lo hace por cuanto considera que puede tener éxito de audiencia ya
que en su opinión supone “algo distintivo y épico”.
En su
acercamiento a este personaje nos dan pistas. Por ejemplo, sus impulsores
consideran el Cantar del Mio Cid un documento épico “basado en hechos
históricos”. Otra puede ser el que la serie tengan previsto finalizarla en la
supuesta “Jura de Santa Gadea”.
En esta
época en la que se ha puesto de moda consumir series de televisión, nos
encontramos con el hecho de que se va a glorificar como un héroe a quien era un
mercenario que se vendía al mejor postor. A aquel que utilizaba las cabezas de
sus enemigos como munición para sus catapultas.
Los cantares
de gesta han sido siempre instrumentos de propaganda. Alguien poderoso pagaba a
un juglar para que le cubriese de alabanzas y glorificase su figura. Que hoy
una serie de divulgación los considere basados en hechos históricos no deja de
ser bastante triste. Pienso que a nivel de los historiadores profesionales ya
serán pocos los que consideren que los cantares de gesta son una fuente fiable
de información. Sin embargo, me preocupa más esa historia que se divulga a
través de los medios audiovisuales y que tiene mucho mayor impacto social.
Es este un
ejemplo en el que se prima lo que pueda ser “espectáculo” al “rigor histórico”.
Poco importa que lo que se cuente sea poco o nada veraz si ello consigue atraer
espectadores en un relato épico.
Uno mira con
tristeza que se prefiera glorificar al Cid y sin embargo no se opte por
difundir a nivel social la historia asociada a las Cortes Leonesas de 1.188 que
la Unesco reconoce como Cuna del Parlamentarismo. Desgraciadamente se sigue
prefiriendo el brillo de la espada al valor de la palabra. Son las
contradicciones de un medio social que se dice demócrata pero que elige como
héroes a aquellos “que mataban mucho”.
El Cid
representa la España de la uniformidad que se logra a través de la espada. Por
ello mismo como toda unidad impuesta es débil y tiende a resquebrajarse. En el
momento que el poderío militar se debilita es muy complicado sostener ese
modelo. Creo que esto es algo que se ha podido ver a lo largo de nuestra
historia y que tiene consecuencias en la sociedad actual. Es necesario
conseguir la cohesión de España desde el reconocimiento de su diversidad y
pluralidad. Esa es una diferencia básica entre lo que es “el modelo leonés de
España” frente al modelo castellano.
La historia
leonesa está plagada de referentes políticos. Es el “Regnum Imperium Leonés” en
que el emperador del Reino de León viene a ser reconocido como un “rey de
reyes”. Es decir, se establece una unidad superior, pero desde la aceptación de
un marco plural. No es este el modelo de “relaciones bilaterales” que algunos
partidos nacionalistas pretenden.
Ese modelo
leonés se extiende a través de sus fueros o de las Cortes como instrumento
legislativo. Esta serie se une a otras en el intento de “tapar” esa historia
ligada al valor de la palabra, para dar fuerza a la que “convence” en base al
manejo de una espada.
En mi
opinión este tipo de series contribuye a dar fuerza a los que defienden
posiciones independentistas. Se difunde una imagen de España y de lo español
que puede inspirar más rechazo que aceptación. La situación podría ser
sustancialmente distinta si esa imagen se vinculase a España como forjadora del
parlamentarismo y los valores democráticos.
La historia
la escriben los vencedores aún, cuando los hechos que se relatan se remonten a
la Edad Media. Posiblemente Amazon no se haya planteado grandes debates
intelectuales y simplemente busque una serie que tenga suficiente impacto y
atraiga espectadores. Sin embargo, vuelve a incidir en dar una imagen bastante
distorsionada de la historia de España.
En ese
sentido, no hace mucho desde TVE se difundió una serie sobre “Isabel la
Católica” que vendría a incidir en ese mismo modelo de España que se traslada
ahora a través de esta serie sobre El Cid.
En una
sociedad que cada vez lee menos, cobran cada vez más importancia los medios
audiovisuales. Esto tiene varios riesgos. Por un lado, el acceso a esos canales
de difusión es mucho más restringido y caro. Además, las personas que reciben
información a través de esos medios tienden a estar más pasivos en esa
recepción. Es decir, ante la lectura de un libro que exige un mayor esfuerzo se
tiene una posición más crítica y activa. Las series tal vez por estar asociadas
al “divertimento” se “digieren” de una forma más relajada y pasiva. Diría que
ello las hace aún más peligrosas.
En fin,
esperemos que en algún momento estos grandes centros de difusión de series
opten por contarnos la historia que se vincula a los valores democráticos.
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