Este verano
he tenido la oportunidad de realizar una “escapada” a Villafranca del Bierzo.
Me confieso
un enamorado de la capital histórica de El Bierzo. Pocas poblaciones de menos
de 3.000 habitantes son capaces de reunir el patrimonio artístico y cultural
que atesora Villafranca.
Impresiona
que en esa población hayan nacido autores de la talla de Gil y Carrasco,
Antonio Pereira (al que se rinde homenaje en la denominación del Parador) o
Ramón Carnicer (entre otros). No creo que una presencia tan relevante de
escritores sea una simple casualidad.
La familia
Halfter está muy directamente imbricada en todo el medio social y cultural de
Villafranca. Diríamos que hoy no se entendería Villafranca sin los Halfter,
pero tampoco los Halfter sin Villafranca.
Esa
presencia se hace notar desde lo que es su residencia en un castillo que es
emblema de la población, hasta lo que es la participación de esa familia en los
diferentes eventos ligados a la música clásica que se desarrollan en el
municipio.
El teatro
Villafranquino es reflejo de toda esa historia cultural. Destaca tanto por su
belleza como por los importantes eventos culturales que se desarrollan en él. Además,
lo habitual es que esos eventos tengan un carácter gratuito. Yo tuve la
oportunidad de asistir a alguno de ellos y los recuerdo con gran simpatía.
Con todo,
una de las cosas que con más cariño recuerdo fue el encuentro con el hijo de
Pedro Halfter (nieto por tanto de Cristóbal).
El museo de
la ciencia Villafranquino había reservado una sala para que este muchacho
pudiese hacer y exponer sus castillos de naipes. Nos comentaba que se había
planteado como reto el lograr el record Guinness en la construcción de
castillos de naipes para personas de menos de 15 años. Además, decía que quería
lograrlo precisamente en “el pueblo que tanto había hecho por ellos”. Me
parecía una expresión de agradecimiento llena de madurez.
En los
tiempos tan convulsos que vivimos este castillo de naipes, que un adolescente
nos mostraba en Villafranca, me parecía como un monumento al equilibrio que
tanto necesitamos en el medio social en el que vivimos.
En el plano político
es patente la dificultad de encontrar los puntos de equilibrio necesarios para
poder avanzar en la construcción de proyectos comunes. No creo que esto sea
algo privativo de un solo país y se extiende en general a nivel mundial. Habrá
que buscar ese ángulo de cinco grados que permita avanzar.
Diría que si
examinamos a los diferentes dirigentes mundiales podríamos decir que son muchos
los que no representan precisamente el concepto de equilibrio. Más allá de que
podamos coincidir o no con sus postulados políticos uno diría que los Trump,
Putin, Bolsonaro, Salvini o Boris Johnson (por ejemplo) representan mucho más a
líderes que tensionan el medio social. No ayudan precisamente a construir esos
castillos de naipes que podemos ver en Villafranca.
Sin embargo,
hay que recordar que mayoritariamente esos líderes han surgido como
consecuencia de procesos electorales. Ello supone que esa falta de equilibrio
se extiende hacia la sociedad en su conjunto, se opta por posiciones de
radicalidad.
La
consecuencia de todo ello es que aumentan las posiciones disgregadoras y las
tensiones sociales. Son prueba de ello las guerras comerciales entre China y
Estados Unidos, el Brexit o todo lo que supone la política inmigratoria. Las
consecuencias son los efectos negativos que ese tipo de cosas han tenido en los
mercados financieros de todo el mundo.
Los acuerdos
en el ámbito social, político o económico normalmente propician avances en esos
ámbitos. A la vez hay que decir que, si en ese castillo de naipes se
desequilibra un par en la baraja, ello afecta a todo el edificio que termina
derrumbándose. Lo que ocurre en una parte del mundo nos afecta a todos.
Vivimos en
un mundo cada vez más interconectado e interrelacionado. Ello se puede ver a
gran escala en lo que son las grandes empresas que operan a nivel mundial, pero
también a pequeña escala en lo que es el ámbito más local y familiar. Mis
padres vinieron de un pueblo a trabajar a León, yo ya trabajo en otra ciudad
española y una de mis hijas lo hace en Suiza. A veces he pensado que esta
trayectoria personal podría ejemplificar otra más general.
Me gustaría
que el pequeño Halfter logré su objetivo de record Guinness. Con todo, su
mérito estará más en haberlo intentado que en conseguir alcanzarlo. Este medio
social está necesitado de conseguir castillos de naipes para alcanzar sus
objetivos sobre la base del equilibrio entre sus componentes.
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