Uno de los grandes proyectos de la humanidad es el de crear núcleos de
población estables fuera del planeta Tierra. Hay una iniciativa en ese sentido
a la que han dado un nombre Nuwa. De su importancia nos puede dar idea su
presupuesto que asciende a 1 billón (con b) de dólares.
Como parte
de este proyecto en el desierto de Arizona se crea el complejo Biosfera 2 que
trata de ser un experimento de recreación de las condiciones de vida que se
pudieran encontrar fuera de nuestro planeta. Se hizo un seguimiento de las
condiciones tanto del aire que se respiraba como del estado de salud de sus
integrantes.
En ese
experimento participaban 4 hombres y 4 mujeres. Podríamos decir que en el campo
de la ciencia si ha producido resultados útiles. Sin embargo, fracasa
principalmente por las dificultades de convivencia entre las personas que
participaban en este experimento. Los grupos se dividen y los que hasta
entonces eran amigos íntimos se convierten en enemigos implacables. Diríamos
que el origen de esas desavenencias es fundamentalmente la escasez ya sea de
oxigeno o de alimentos. Hay acusaciones de “esconder comida” o de “recibirla de
contrabando”.
Este
experimento nos vendría a decir que puede ser más complicado conseguir buenas
condiciones de convivencia que superar retos propios de la tecnología. Diríamos
que la complejidad de las relaciones humanas supera a la de la propia
tecnología. Sin embargo, con demasiada frecuencia nos vemos deslumbrados por
los avances tecnológicos y descuidamos lo que pudiera ser el lograr mejorar
nuestras condiciones de convivencia.
Es también
un dato a considerar que las dificultades de convivencia son mucho mayores en
función de que sean relativamente mayores las condiciones de escasez. La
competencia por los recursos es una fuente de conflictos. Lo ha sido en este
experimento y también a lo largo de la historia. El origen de muchas guerras lo
podríamos tener en base a esa competencia por los recursos. Pero también ello
es extensivo a las disputas en el medio rural por el agua o a los conflictos
que suelen darse en las Comunidades de Vecinos.
La gestión
del bien común es complicada. Lo es siempre, pero aún más durante una pandemia.
En ese experimento no fue posible armonizar los criterios de 8 personas, cuando
ya esa gestión se extiende a un ámbito mucho mayor la dificultad se multiplica.
El desconcierto aumenta cuando se producen sentencias judiciales
contradictorias dependiendo del ámbito territorial.
A ese rio revuelto
también nos hemos encontrado a aquellos que más que apoyar para buscar
soluciones, han tratado de “pescar” en su propio beneficio. Así se ha podido
decir una cosa y la contraria buscando no tanto aportar buscar salidas sino más
bien deteriorar la imagen del adversario político.
El mundo
avanza en nuevas conquistas a nivel de tecnología, pero creo que esos avances
no se acompañan de una mejora en las condiciones de convivencia. Puede pasar
que las cosas fracasen no tanto por falta de conocimientos técnicos sino por
otros más asociados al ámbito social.
Tenemos una
sociedad que es cada vez más individualista. Se ha tendido a sustituir las
actividades de grupo por otras más individuales. Hoy es habitual ver varias
personas sentadas en una terraza mirando cada una su móvil. Los juegos en los
que intervenían físicamente varios jugadores
casi han desaparecido. Recuerdo muchos juegos de niño como “la pica”,
“el escondite” o jugar a las canicas. Hoy todo ello se ha sustituido por
aplicaciones de un móvil que los niños tienen muy pronto. Ese cambio dificulta
el aprendizaje en la convivencia, en aceptar como normal el triunfo o la
derrota.
La
conversación y la reflexión se han ido perdiendo. Estamos en una civilización
de la imagen en la que prima la rapidez. Ello nos lleva también a que gane peso
lo insustancial. No parece que ello sea el mejor bagaje para que luego podamos
afrontar los importantes retos que se nos presentan.
Uno de los
principales pilares sobre los que se asienta la convivencia es el diálogo. A la
vez el diálogo exige una escucha activa que permita asimilar aquello que nos
puedan estar diciendo. No creo que las redes sociales fomenten el intercambio
de opiniones o ideas. Más bien son círculos que se alimentan con los que puedan
estar más o menos próximos a tus convicciones y que rechazan con fuerza a los
que puedan disentir. Por otro lado es muy complicado expresar ideas en unas
pocas líneas. Aún lo es más establecer un debate constructivo con otras
personas. Tristemente se puede decir que es más frecuente el insulto que
plasmar una idea (la que sea).
Estamos
creando islas sociales que no son precisamente el prototipo para fomentar la
convivencia. Una sociedad avanzada tecnológicamente pero debilitada socialmente
es un gigante con pies de barro. Es un poco el ejemplo que les ponía al
principio de este artículo. El fracaso no viene de las dificultades técnicas,
viene a través de las relaciones humanas. Puede ser una seria advertencia de
que hace falta mejorar y estimular los canales de convivencia.
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