Hubo un tiempo que en Euskadi estaba
prohibida la ikurriña y se penalizaba el hablar en euskera. Tal vez como
reacción luego surgió una Euskadi en que se asesinaba al que simplemente tenía
otra forma de ver las cosas. En una se prohibía el “Gora Euskadi” y en otra no
se podía decir “Viva España”. Ya ven, yo veo en todo ello muchas más
similitudes que diferencias. Es la Euskadi monocolor y sólo cambia la variedad
cromática que le pueda gustar a cada cual. Una y otra propugnaban imponer un
pensamiento y una identidad única.
La Euskadi
en la que creo es plural en sus formas de pensar y sentir. La que busca la
convivencia entre los que piensan diferente. La que no quiere modelos
monolíticos e impuestos. A esa Euskadi monocolor yo opongo una Euskadi “arco
iris”. La libertad tiene colores y se construye desde el respeto a la
diferencia. . Construir “un” arco iris que los armonice será fundamental para
avanzar en conseguir el progreso social y económico. Es uno de los retos más
importantes que tenemos que afrontar tanto en el presente como en el inmediato
futuro.
Conjugar
“unidad y pluralidad” es clave. Una unidad que uniformiza todo es atosigadora y
atenta a las libertades tanto de grupo como individuales. La división debilita
la fuerza para lograr los objetivos que se persiguen. En ese proceso de conjugar “unidad y
pluralidad” será fundamental diferenciar aquellos temas que son prioritarios,
de otros que son “menos importantes”. Sin hacer dejación de lo que pueden ser
los planteamientos propios, habrá que transigir hasta lograr una cierta unidad
de acción. Es avanzar desde el respeto y la diversidad.
Este marco plural es opuesto a
aquellos que lo que quieren es confrontar dos unidades. En ese sentido los
independentistas pueden ser tan uniformizadores como los seguidores de Vox. Especialmente
esto es así cuando esa unidad se ha buscado alcanzarla mediante el recurso al
terror y a la amenaza. Euskadi ha pasado demasiados años en los que el miedo
evitaba la libertad de expresión. Primero con Franco y luego con ETA. Todavía
algunos partidos siguen anclados en ese pasado.
Una sociedad
de hombres libres es también aquella que promueve que las personas con menos medios
puedan acceder a unos servicios de calidad que eviten la discriminación en
función de los recursos económicos de cada uno.
La Euskadi
en la que creo es la de una sociedad abierta al mundo. Pero también la que
conjuga esa apertura con el orgullo de una identidad propia. La que hace
posible conjugar el “ser diferentes” con la armonía con otros territorios. Es
la Euskadi que busca más triunfar en esa competencia en un mundo cada vez más global. Para lograrlo hay que facilitar los
instrumentos que permitan avanzar. Nadie es siempre el mejor en todo. Hemos de
abrirnos al mundo para ver en qué cosas debemos mejorar, conocer otros modelos.
La Euskadi
en la que creo es la Euskadi de las personas. Es aquella en la que todo
proyecto político se tiene que sustentar en las voluntades individuales y en el respeto hacia el diferente. No creo que haya que deban prevalecer los
proyectos políticos a las necesidades personales. En ese sentido habrá que
priorizar tener los mejores médicos, los mejores profesionales de la educación
o de la seguridad, por encima de que sus perfiles encajen mejor o peor en un
determinado proyecto. Es en las dictaduras donde los científicos se eligen en
función de la identidad ideológica. Pero cuando alguien está en un quirófano
quiere que le opere el mejor profesional sin preguntar su ideología, su idioma,
el color o el género de aquel que le está operando.
Creo en una
Euskadi en que se potencie el conocimiento, como motor que facilite mejorar
nuestras cuotas de bienestar social. Las buenas ideas serán bienvenidas y no
importa en el idioma en que se expresen. Hay que facilitar que el talento de
cualquier persona pueda revertir en el conjunto de la sociedad. Hay que ser
impulsor y evitar poner frenos a todo ello.
No creo en
una Euskadi que utiliza la expresión “español” como insulto. Tampoco creo en
aquella que identifica a “vascos” con “nacionalistas” y menos aún con
vincularlos a ETA.
La Euskadi
en la que creo es la que se fija por principal objetivo el mejorar la calidad
de vida del conjunto de los vascos. En ese sentido habría que evitar todas las
cuestiones que puedan dificultar ese objetivo. Buscar la excelencia antes que
la procedencia.
Creo en una
Euskadi con igualdad de derechos y también de deberes. Una sociedad de mujeres
y de hombres que puedan vivir libres de amenazas. También en la Euskadi en la
que cada cual pueda expresar su sexualidad sin temor a represalias.
La Euskadi
en la que creo es en definitiva la Euskadi de mujeres y hombres libres que
desde su libertad impulsen una sociedad mejor para todos.
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