sábado, 6 de octubre de 2012


LA CULPA, ES DEL OTRO.

            Uno de los signos de estos tiempos que vivimos, en que los problemas son abundantes, es considerar que siempre hay un “otro” al que culpar. Puede ser el gobierno anterior o el gobierno actual, pueden ser los sindicatos o la patronal… pero siempre será “el otro”. En tanto esto es así se demandan que los cambios de conducta los haga ese otro ya que al parecer nada hay que cambiar en los modos de conducta y actitudes de cada uno y del propio colectivo.

            En tanto las rectificaciones las deben hacer “otros” la consecuencia es que nos mantenernos en el estatismo, ya que esperamos que los cambios los efectúen “los otros”. Sin embargo consideramos que para superar la situación actual debemos efectuar cambios y que no hay que esperar a que sea ese otro el que cambie.

            Todos debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad en haber llegado a la situación a la que hemos llegado. Es necesario la humildad de admitir que en algo nos hemos equivocado y que no siempre el error está sistemáticamente  en “el otro”. Sólo así estaremos poniendo las piedras del edificio que permite mejorar en nuestros modos de conducta.

            Uno tiende a pensar que “la culpa” es plural y no se conjuga en singular. No es aplicable a un único color político, ni tampoco a un solo estamento social. La gravedad de la crisis se debe en buena medida a la propia extensión de conductas inadecuadas en todo el ámbito social e institucional. El problema es que el mal se ha extendido mucho y dista de estar focalizado.

            Tal vez la ciudadanía ha estado demasiado a la espera de que las medidas y soluciones las adopten otros. Hay una excesiva distancia del ciudadano frente a las instituciones. Entendemos             que ello se debe en buena medida consecuencia de la falta de confianza en una clase política que no se ha distinguido por adoptar conductas suficientemente ejemplarizantes. Es necesario liderazgos que demandando sacrificios a la ciudadanía sean ellos los primeros en aplicárselos. Puede ser comprensible que tendamos a pensar que los sacrificados somos nosotros mientras “los otros” siguen igual o mejor que antes. Pero es probable que otros también piensen así de nosotros mismos así que una cuota de sacrificio nos debe corresponder.

            Hay que evitar caer en la demagogia que muchas veces se asocia a palabras huecas, por muy grandilocuentes que suenen. Un principio para superar un problema es asumirlo como lo que es, con todo el grado de objetividad  que sea posible. Para ello hay que basarse en datos que sean fiables y evitar elegirlos a nuestra conveniencia para demostrar un “a priori” previo a la propia lectura de los datos.

            Las conductas responsables se ejercen desde la libertad, aunque también la libertad favorece que abunden los irresponsables. Diría que la base de la crisis es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora cuesta mucho más ajustarse a una realidad excesivamente deteriorada por esos excesos.

            Se hace necesario establecer mecanismos de control que nos midan de modo objetivo la situación en cada momento. Ello facilitará que se tomen medidas con suficiente rapidez, evitando así que la situación se agrave y nos dificulte la capacidad de reacción para poder superarla. Esta necesidad de mecanismos de control se puede decir que es válida para las instituciones pero también para las economías particulares. Hay que evitar que las deudas crezcan por encima de nuestras posibilidades. 

            Hace falta también que aquellos organismos encargados de ejercer el control de instituciones y empresas se ganen una confianza que han ido perdiendo. Nos referimos a las agencias de calificación que una semana antes de la quiebra de Lehman Brothers le daban la máxima calificación. Ello hizo mucho daño al valor propio de la confianza que puede considerarse básico en el sistema financiero. Habría que recordar que la contabilidad de los recursos en un banco se mide únicamente en un número anotado en un papel, por ello es básica la confianza que podamos tener en quién nos da esos apuntes. Si desconfiamos en aquellos que se encargan de valorar la confianza de las empresas ellos hace que se extienda un clima de desconfianza generalizado hacia todo y todos (probablemente injusto).

            Para avanzar en la superación de la crisis actual es necesario diferenciar lo que es un derroche, de lo que es simplemente conveniente y aquello otro que es necesario. También habrá que diferenciar como se aplican esos cambios a los diferentes segmentos de población.

            Creemos que  la demanda de cambios que se puedan hacer “al otro” puede ser perfectamente legítima pero en ningún caso debería estar exenta de modificar, desde la responsabilidad, nuestros propios hábitos de conducta.

            Si esperamos que la solución de las cosas esté en “los otros” será muy complicado que podamos a llegar a superar la situación actual.  Es necesario actuar desde la responsabilidad y considerar  que en el estado actual de las cosas las culpabilidades son compartidas y no exclusivas. El cambio debe empezar por nosotros mismos.


                                                David Díez Llamas.

                                                Sociólogo.
















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