UNA CRISIS DE VALORES.
En los medios
de comunicación escuchamos un día tras otro lo que podríamos denominar la
evolución económica de la crisis. Hemos aprendido a conocer lo que es la prima
de riesgo, lo que es mucho o poco en ese indicador. Apostamos por los eurobonos
o por la inyección de dinero desde las instituciones europeas... Sin embargo
diría que oigo poco hablar de lo que considero que está en el fondo de la
situación, la crisis de valores.
En nuestra
opinión, la crisis parte de que durante mucho tiempo, muchas personas de
diferentes ámbitos sociales y políticos han mantenido conductas abiertamente
irresponsables. Por ello habrá que analizar como hemos podido llegar a esa
situación y que podemos hacer para corregirla. Esa es la idea guía que he tratado
de desarrollar en mi libro ¡irresponsables!
Mantengo la
idea de que es necesario recuperar la cultura del esfuerzo recompensado, frente
a un medio social que se ha hecho excesivamente acomodaticio. En esa línea se
hace necesario evitar igualar en los salarios a personas que desarrollan su
labor con diferente nivel de esfuerzo y eficacia. Hay que estimular la
iniciativa y la creatividad como motores impulsores del desarrollo, pero
hacerlo no en abstracto sino en función de lo que puedan aportar al propio
medio social.
Estamos en
una sociedad en la que todo se mide en presente. Que premia la fugacidad de las
cosas. En la que la imagen gana peso ante los contenidos. Sin embargo eso mismo
hace que se pierda en profundidad en los análisis y ello dificulta el que se
puedan encontrar salidas al laberinto en el que nos encontramos.
Diríamos que
nos hemos infantilizado, que hemos perdido en madurez. En ese sentido somos una
sociedad en la que cada uno sólo se escucha asimismo y que no se abre a la
oportunidad de encontrar la parte de verdad que pueda tener “el otro”.
Esa sociedad
cada vez más individualista la podemos ver simplemente cuando paseamos por las
calles y vemos a nuestro alrededor a un gran número de personas que van con sus
auriculares aislados frente a los demás o a jóvenes que “charlan” a través de su móvil estando juntos.
Todos estos
modos de conducta nos llevan hacia la irresponsabilidad. Es el camino más
directo al abismo. Por eso no vale únicamente con medidas económicas, por ello
es necesario evolucionar hacia una sociedad más responsable.
Es curioso
que una sociedad que promueve conductas irresponsables, por otro lado demanda
“responsabilidad”. Sólo hace falta ver los anuncios que podemos encontrar en
cualquier farola, su encabezamiento siempre es el mismo “persona responsable…”.
Es decir valoramos la responsabilidad pero promovemos conductas irresponsables.
Y entonces
¿Que hacer?. Entiendo que se hace necesario llegar a un consenso social en el
diagnóstico de la situación (excesivas dosis de irresponsabilidad). Es cierto
que no hay equiparación en los niveles de irresponsabilidad pero puede resultar
demasiado estéril la discusión de quién es más irresponsable que quién.
Desde ese
consenso en el diagnóstico se hace necesario establecer un tronco común en
valores a promover. Así entiendo que ser una persona responsable no es algo
privativo de una u otra corriente ideológica. Establezcamos entonces la
necesidad de avanzar en la responsabilidad. Por otro lado hay que evitar
"dar bandazos" y que esos valores cambien cada vez que cambia el
gobierno. Ello nos llevaría a trasmitir desorientación social.
El tercer
elemento es conseguir un compromiso en la difusión de esos valores a través de
los medios de comunicación y el sistema educativo.
El cuarto es
llevar a la aplicación de dichos valores en los diferentes ámbitos que van
desde la administración o la empresa hasta la unidad familiar.
Sabemos que
el compromiso es complicado pero también que lo será menos si todos creemos en
la importancia del objetivo y nos ponemos en disposición de colaborar para
lograrlo.
David Díez
LLamas
Doctor en
Sociología
Autor del libro ¡Irresponsables!.
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