TOCAR A FACENDERA.
En estos tiempos de turbulencias
económicas y sociales social tal vez sea oportuno recordar la costumbre que en
los pueblos de la Región Leonesa había de “tocar a facendera” para cubrir las
necesidades que se podían tener en un momento dado.
Esa costumbre se basaba en la
consideración de que a las cosas del común había de darles solución el común de
los vecinos. Reflejaba una conciencia social que se extendía más allá de la
propia individualidad. No se esperaba que la solución a sus problemas llegase
desde las instituciones sino que ellos mismos eran parte activa en buscarlas y
en ejecutarlas. Tal vez hoy todo ello contrasta con una posición excesivamente
pasiva de una población que simplemente demanda a otros que solucionen sus problemas.
Hay que tener en cuenta que la
decisión de las obras a ejecutar se decidía por los propios vecinos que iban a trabajar
en “facerlas”. Además dichas obras se consideraban que no sólo eran
beneficiosas para el conjunto del pueblo sino que también lo eran para cada uno
de ellos. Es también una costumbre propia de un medio rural que permitía una
capacidad de autogestión que es complicada que pueda darse en los ámbitos
urbanos.
Sin embargo hay muchas lecciones que
podrían derivarse de ese modo de proceder y que tal vez convendría aplicar al
momento actual de crisis económica. El primero es el sentimiento de conciencia
colectiva que llevaba a la participación activa en dar respuestas a las
necesidades del medio social ya sea en un plano más local o general (también
nos importan lo que acontece en cualquier lugar del mundo). El segundo es la
necesidad de que sea la propia población la que determine que hacer, cuando
hacerlo y como hacerlo. Por ello se hace necesario que las instituciones estén
legitimadas socialmente para que puedan “tocar a facendera”. No sería
comprensible que una institución como la Junta de Castilla y León que nace como
imposición antidemocrática a la ciudadanía leonesa y a sus instituciones
(votación de 20 a 4 de la Diputación de León contraria a la presencia leonesa
en esa Junta) demande colaboración desde una autoridad carente de arraigo
social. Diríamos que aquellos que dan
parte de su tiempo y esfuerzo para mejorar el medio social, se han ganado el
derecho a tomar decisiones sobre lo que se debe hacer y como habría que
hacerlo.
Su carácter temporal y el
convencimiento que “o lo hacían ellos o no lo hacía nadie” evitaba cualquier
consideración que se llevase a pensar
que esas facenderas iban a quitar puestos de trabajo a otras personas. Si las
hacían era también por la falta de recursos de las instituciones para poder
llevar a cabo esas obras. En este momento habría unas circunstancias que
podríamos pensar que tienen bastante
que ver con las de aquellos momentos. De hecho en algunos pueblos ya se
ha empezado a revitalizar está costumbre.
No hay duda de que las facenderas en
la Región Leonesa contribuyeron a mejorar las condiciones de vida de la
ciudadanía. En ello se dejaba ver también el valor del sacrificio y el esfuerzo
por alcanzar esos objetivos. Diríamos que el medio social actual nos lleva a unos
modos de conducta excesivamente acomodaticios. Por ejemplificarlo podríamos
decir que es la sociedad en la que el mando a distancia evita que tengamos que
levantarnos a cambiar de canal de televisión a apagarla o a encenderla. Los
niños cada vez juegan más sentados con sus videoconsolas y las marcas buscan ganar mercado a través
de la comodidad. Es también la civilización en la que la imagen gana peso
frente a la lectura. Por eso recordar esos valores del esfuerzo en alcanzar
objetivos sociales es algo especialmente importante en estos momentos. Esas
personas sudaban y se sacrificaban por mejorar su pueblo. No esperaban sentados
a que se lo solucionasen.
En el sentido de comunidad que se
daba en la facendera no tenía en cuenta las ideas políticas de las personas que
pudieran intervenir en la obra. En todo caso las diferencias se establecían por
capacidad para ejecutar un determinado trabajo pero no por la ideología de las
personas que intervenían en la obra. Se sabía que ello era de interés general
para el pueblo y en función de ello se actuaba. Eso sí, se establecían obligaciones
para que se respetase la voluntad general y evitar así que hubiera personas que
no acudieran a esa llamada.
Podríamos decir que la facendera
también se puede asociar a esa forma de ser de los leoneses que enlaza en
alguna medida con las posiciones anarquistas que llevan a la “acción
directa”.
El foso entre instituciones y
ciudadanía es excesivamente grande. Es la clase política la que debe dar
muestras de compromiso con la ciudadanía desde el ejemplo personal más que
desde un debate ideológico que pudiera considerarse con excesivos tintes
electoralistas. La confianza la depositamos fundamentalmente en personas. De
ello pueden dar fe algunos alcaldes. Por eso mismo creemos que es más en el
plano de las conductas y menos en el de las ideas donde debemos buscar ampliar
ese marco de confianza. Desde un liderazgo que cuente con el reconocimiento
social será entonces cuando se pueda efectuar un llamamiento a facendera como
un instrumento efectivo de superación de los problemas actuales. Las lecciones
del pasado nos pueden ayudar a construir un mundo mejor hoy.
David
Díez Llamas
Sociólogo.
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