Dice Toño Olazábal en su libro “El
puente de Vizcaya”: “para hacer un puente es imprescindible trabajar en las
dos orillas, es necesario colaborar desde ambas partes. En la vida pasa lo
mismo. Si queremos que la sociedad progrese, también es necesario tender
puentes desde formas de pensar muy diferentes, incluso antagónicas”. Por
eso mismo la alegoría que describe a lo largo del libro no sólo responde a algo
físico, también refleja lo que es una idea.
Son muchos
los leoneses que tienen origen vasco y son muchos los vascos que tienen origen
leonés. Para empezar habría que recordar que el fundador de Bilbao, Diego López
de Haro era un noble leonés. Para seguir podemos hablar de la empresa Hullera
Vasco Leonesa en la que trabaja el protagonista de ese libro después de llegar
desde los Altos Hornos de Baracaldo.
El puente
colgante une las dos orillas de la Ría de Bilbao. Lo hace no con una estructura
permanente sino con una barquilla que va de una orilla a otra. Es el reflejo de
la necesidad que tenemos de “visitar” la otra orilla y también de que desde el
otro lado se nos visite. Es la comunicación como el camino hacia la
convivencia.
Vivimos en
un mundo en el que la cerrazón nos lleva a los extremismos. No puedo llegar a
entender que se condene a nada menos que 10 años de prisión a dos personas por
bailar en Iran . Es inaudito que el presidente Ortega de Nicaragua dé una rueda
de prensa en la que se intercalen la bandera de su país con la del frente
sandinista. Es alucinante que en una “Republica” como Corea del Norte el
presidente designe a su hija de 10 años como su sucesora y no contento con ello
promueva el cambio de nombre de todas las mujeres que se llamen como su hija.
Todo ello por no hablar del asalto al Capitolio de Estados Unidos o al
Parlamento brasileño. Por si faltaba algo tenemos la guerra de Ucrania y hemos
vivido una pandemia cuyo origen aún no
se conoce pero que ha despertado desconfianza hacia lo que pueda llegar desde
China.
El libro es
un reflejo a través de historias personales de lo que es la vida en la España
de los inicios del siglo XX. Conocer nuestro pasado puede ser el mejor camino
para entender nuestro presente. Es también el tiempo en que se reivindicaba
cosas como las nueve horas (si nueve) de
trabajo o el que el obrero cobrase su salario con independencia de las
circunstancias climatológicas. Eran los tiempos en que si llovía y no se podía
trabajar en los Altos Hornos ello suponía que el obrero no cobraba. El levantar
la mano ante estas injusticias supuso que el protagonista de la obra tuviese
que abandonar Baracaldo para venir a trabajar a la Hullera Vasco Leonesa en la
comarca de Gordon.
La obra es
alegato a la necesidad de “establecer puentes” tanto a nivel geográfico, como
en el ideológico y cualquier otro. Sin embargo las redes sociales más bien
llevan al camino contrario. Se seleccionan los contenidos y contactos en
función de las afinidades de cada uno. Te llega aquello de lo que por cualquier
motivo te puedes sentir próximo y se evita a aquellos con los que puedas
discrepar por cualquier motivo. Con ello el debate se cercena, no puedes
conocer otros puntos de vista. Se crea una cierta ilusión entre lo que puede
ser “tu mundo” en la red y lo que es “el mundo” en general. Faltan puentes que
te comuniquen y te permitan visitar otras orillas.
Esta
situación contribuye a que se piense que no haya más verdad que mi verdad. En
esa exaltación surgen los radicalismos. Dice Ricardo Villegas en su obra “Gora
España. Arriba Euskal Herria” que “si quieres sentirte BIEN, conviértete en un
radical” . Cada extremo te dará una lista de lo que él llama “enemigos
autorizados”. Los extremistas de izquierda y de derecha sin embargo tendrán un
enemigo común: los moderados.
El puente
Colgante es la imagen de la necesidad de que de forma permanente y continuada
se visite “la otra orilla”. No son visitas puntuales, son reiteradas y van de
un lado a otro a lo largo del tiempo. En esta época de asilamiento y de
radicalismo es una estupenda metáfora de la convivencia. Una invitación a
establecer puentes.
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