La Diputación de León al inicio del
proceso autonómico decide consultar a los ayuntamientos sobre el marco
autonómico que deseaban. La encuesta se presenta en julio de 1.979 con estos
resultados (atendiendo al total de encuestas recibidas):
·
León
sólo 56.48%
·
Con
Asturias 7,77%
·
Con
Castilla-León 7,77%
·
Otras
opciones 13.48%
·
Con
error, se inhiben
no asisten o no alcanza
mayoría ninguna opción 14.5%
Sin embargo menos de un año después,
en abril de 1980 un 76,7% de los municipios leoneses aprueban la integración en
la autonomía de Castilla y León. Hay que tener en cuenta que la encuesta de la
Diputación se hizo no a la ciudadanía sino a los propios ayuntamientos. Por eso
mismo en esa encuesta se incluye el epígrafe de “con error, se inhiben o no alcanza mayoría ninguna opción”. Es
decir son los mismos los que responden a la pregunta y se pasa de un 7,77% de
partidarios a un 76,7%. Claramente ello es indicador de que el proceso no fue
democrático. La voluntad de las instituciones leonesas era “León sólo” (con una
diferencia abismal sobre la opción de Castilla y León).
La explicación a ese cambio nos la
daba con mucha claridad el que era en 1.983 portavoz de UCD en el Ayuntamiento
de Ponferrada Luis Soto Pérez. Así decía “el sentimiento, la aspiración de
TODOS los componentes de la Diputación, así como la mayoría de las mujeres y
hombres de El Bierzo, era el optar por León sólo, lo que así se manifestó en la
primera encuesta realizada entre los ayuntamientos. Si esto era una realidad,
también es cierto que se planteaba otra cuestión tremendamente importante y es
que a la hora de gobernar se encontraban ciertas dificultades porque había un
grupo andalucista, un grupo catalán, otro vasco y algún otro diputado que
estaba de forma independiente. Nuestro presidente provincial del partido
(Rodolfo Martin Villa), que en aquel momento tenía bajo su responsabilidad llevar a cabo el mapa
autonómico de España llegó a la conclusión de que si proliferaban para lo
sucesivo los entes autonómicos demasiado, llegaría un momento que el Congreso
de los Diputados habría más diputados que intentarían defender los intereses
peculiares de cada una de sus zonas que los intereses del Estado en su
generalidad, de ahí su gran y sublime idea de atajar en parte todo aquello que
se veía venir casi seguro” (Diario de León 16-1-1983).
Es decir en ese texto encontramos la
explicación del cambio. Triunfaba el proyecto de Martin Villa de contraponer un
supuesto “centro fuerte” (Castilla y León) a las periferias nacionalistas.
Hoy es evidente que el objetivo que
perseguía Martin Villa con esa integración de León en la autonomía de Castilla
y León es un rotundo fracaso. El poder de los nacionalismos periféricos es
mucho mayor del que tenían en el momento en que León se integra en esa
autonomía. Así que creo que Luis Soto se equivocaba cuando decía que “efectivamente
lo atajo”.
Siguiendo con esa cita muy
clarificadora este político de UCD nos dice: “por una necesidad de Estado se
dijo sí a incluir a León en el ente castellano-leonés; por una razón de Estado
se atendió aquella necesidad, no porque realmente lo desease el pueblo de León
y mucho menos sus representantes. En aquel entonces se consiguió que cada uno
olvidase los verdaderos deseos, sus máximas aspiraciones y logros para León en
beneficio de algo que era más importante que era la consolidación del Estado”.
He querido contraponer los datos de
la encuesta con lo que fueron los acuerdos de los Ayuntamientos. Por un lado
era el deseo expresado con libertad en esa encuesta. Por el otro eran unos
acuerdos de los ayuntamientos en los que prima la obediencia al ministro Martin
Villa (presidente en aquel momento de su
partido en León).
El tiempo ha demostrado que esa
integración de León en la autonomía de Castilla y León ha sido nefasta para los
leoneses. Los datos al respecto son tan apabullantes que tampoco creo necesario
insistir mucho en ello (lo he hecho en otros artículos y hay otros muchos
estudios que avalan ese declive que por otra parte cualquier leonés lo puede
ver). Pero es que tampoco la creación de la autonomía de Castilla y León ha
sido buena para España. La unidad no se logra en modo imposición y lejos de
crear un “centro fuerte” lo que hizo es crear un núcleo de discordia. La
división se crea cuando “se junta” algo por imposición y contra la voluntad de
la ciudadanía. 44 años después la Junta sigue intentando lograr esa unidad.
Pero la historia nos sigue diciendo que existe León y que existe Castilla y que
lo que sigue sin tener identidad es la de castellano-leoneses. Ello por muchos
que sean los millones de euros que se han gastado en promocionarlo.
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